Salud

Comer la placenta tras el parto, ¿te atreverías?

Descubre todo sobre la placentofagia

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comer placenta
Jennifer Delgado

Jennifer DelgadoEducadora, psicóloga y psicopedagoga

La placenta se comienza a formar desde que el embrión se implanta en la pared uterina, siendo el órgano de conexión entre la madre y su bebé. De hecho, su principal función consiste en transmitir los nutrientes al bebé, aunque también absorbe algunos de los desechos del pequeño, los cuales pasan al torrente sanguíneo para que la madre los elimine.

No obstante, la placenta también tiene una función endocrina, interviene en la producción de hormonas, entre ella la gonadotropina coriónica humana, que es fundamental para que la gestación progrese. Además, sintetiza estrógenos y progesterona, que desempeñan un papel importante en el metabolismo materno y estimulan el crecimiento del bebé.

Lo usual es que la placenta se deseche después del parto, puesto que ya ha cumplido su función. Sin embargo, en los últimos tiempos se ha puesto de moda comerla. Las madres que lo hacen afirman que se trata de una costumbre de la mayoría de los mamíferos y que es probable que nuestros ancestros también lo hicieran.

El uso terapéutico de la placenta a lo largo del tiempo

Desde hace siglos, la medicina tradicional china usa la placenta seca para tratar diferentes síntomas. En ese caso, se usa la placenta seca para fortalecer el sistema inmunitario, tratar la anemia y mejorar algunas condiciones de salud crónicas. También se conoce que en la Europa del 1700 se usaba como remedio, pero con la difusión de los partos en los hospitales esta práctica desapareció ya que la placenta comenzó a tratarse como un residuo orgánico más. Sin embargo, en 1980 Raven Lang, una comadrona de California, hizo resurgir el uso terapéutico de la placenta. Desde entonces, su extracto y encapsulación se ha vuelto cada vez más popular.

No debemos olvidar que el parto supone una pérdida importante de sangre y nutrientes para la mujer, sobre todo de hierro, lo cual puede causar anemia y un agotamiento físico importante. La placenta puede proporcionar grandes cantidades de hierro, aminoácidos y ácidos grasos esenciales para reponer esa perdida.

Además del hierro, la placenta también contiene vitamina B6, que promueve la formación de anticuerpos, así como vitamina E, zinc, células madre y factores de crecimiento, que aceleran el proceso de cicatrización de las heridas después del parto, disminuyendo el sangrado y la expulsión excesiva de loquios.

Placentofagia comerse la placenta

Otro supuesto beneficio de ingerir la placenta provendría del lactógeno placentario humano, una hormona que durante el embarazo facilita el aporte de energía al bebé pero cuyos niveles caen abruptamente cuatro horas después del embarazo. Si bien los estudios no son definitivos, se cree que esta hormona podría imitar la acción de la prolactina facilitando la lactancia. A esto se le suma que la placenta contiene otras hormonas hipofisarias, las cuales podrían reducir el riesgo de desarrollar depresión postparto.

¿Cómo se consume la placenta?

Antes de sumarse a esta tendencia, es importante tener claro que todavía no existen estudios científicos que validen los beneficios de ingerir la placenta. Aún así, las madres que lo han hecho refieren sentirse mejor y tener más energía, aunque es difícil saber cuánto se debe al contenido de la placenta y cuánto al efecto placebo.

En cualquier caso, hay quienes se atreven a comer la placenta cruda, cortada en pequeños trocitos o triturada dentro de batidos y zumos. Otras mujeres prefieren cocinarla. De hecho, su modo de preparación no difiere del de otras carnes, pero es importante tener en cuenta que cuanto más se cocine, más nutrientes perderá.

Para las madres que no se atreven a ingerirla de forma tan natural existen otras alternativas, la más común es la placenta encapsulada, de manera que tras un proceso de deshidratación, la placenta se convierte en polvo. Otra forma de consumirla es realizando una infusión de la misma a partir de la cual se extrae su esencia.

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