Salud

La almohada y el bebé: ¿Cuándo empezar a usarla?

Descubre cuándo pueden comenzar a dormir con almohada

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Almohada bebé
Jennifer Delgado

Jennifer DelgadoEducadora, psicóloga y psicopedagoga

Si estás esperando un bebé, es probable que decorar su habitación te llene de ilusión. Elegir los colores y todas las cosas que tu hijo necesitará es muy divertido, pero cuando le toque el turno a la cuna y la ropa de cama, es probable que te preguntes si tu pequeño necesita una almohada.

¿Los bebés necesitan una almohada?

A los padres les preocupa la comodidad de su bebé, quieren que se sienta lo más a gusto posible en su cuna para que duerma a pierna suelta. Sin embargo, debes saber que cualquier objeto demasiado blando que se encuentre en la cama representa un peligro de asfixia para el pequeño y aumenta el riesgo de muerte súbita del lactante.

Los recién nacidos tienen un escaso control de la cabeza y el cuello, por lo que no podrán moverla para respirar si una almohada o un peluche suave cubre su nariz o boca. Por eso, la Academia Americana de Pediatría aconseja que el bebé duerma sobre un colchón firme y que se evite el uso almohadas, protectores de cunas y edredones.

Almohada bebés cuna

Lo cierto es que durante los primeros años de vida no es necesario preocuparse por la almohada. Hasta que sus hombros no crezcan y sean mucho más anchos que la cabeza, no se sentirán incómodos durmiendo sin almohada.

¿A qué edad pueden empezar a dormir con almohada?

Generalmente la almohada no es necesaria hasta que los bebés pasan de la cuna a la cama. A partir de los doce meses, el riesgo de asfixia se reduce considerablemente, pero si el pequeño aún duerme en la cuna, es recomendable retirar todos los objetos suaves que puedan causar asfixia.

Los especialistas recomiendan introducir la almohada a partir de los 2 o 3 años. Cuando cambies a tu hijo a su nueva cama, podrá tener su primera almohada ya que el riesgo de asfixia es prácticamente nulo.

Almohada para niños de 2 a 3 años

¿Cómo debe ser una almohada para niños?

Cuando tu hijo esté listo para usar una almohada, debes elegir una que sea lo más baja posible. En las tiendas de puericultura podrás encontrar almohadas diseñadas específicamente para niños pequeños. Se trata de almohadas planas, pequeñas y firmes pues las almohadas blandas demasiado altas incrementan el riesgo de asfixia.

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De hecho, no se recomienda comprar almohadas de plumas o plumón porque la cabeza del niño podría hundirse en su interior. Además, los extremos puntiagudos de las plumas podrían terminar atravesando la almohada hasta llegar a la cara del pequeño causándole arañazos.

  • Firmeza de la almohada. Para evaluar la firmeza de la almohada, solo tienes que ejercer un poco de presión sobre esta y observar cuán rápido recupera la forma. Si la almohada se hunde rápidamente ante una presión ínfima, no es segura porque es demasiado suave. Si tarda un par de minutos en recuperar su forma, podría ser incómoda pues es demasiado firme para un niño.
  • Tamaño de la almohada. Una almohada estándar para un niño pequeño mide 30X40 centímetros y su espesor oscilará entre 5 y 7 centímetros. Si no encuentras una almohada pequeña, puedes elegir una de tamaño normal, pero asegurándote de que no sea demasiado alta pues resultaría incómoda para el niño.
  • Material de la almohada. Las almohadas hechas de poliéster 100% no alergénico son una buena opción ya que la fibra sintética no suele producir olor ni reacciones alérgicas. También son más duraderas en comparación con aquellas que están hechas con fibras naturales. Otra alternativa es comprar una almohada con espuma hipoalergénica, lo que se conoce como almohadas posturales, ya que estas ayudan a alinear el cuello y la columna vertebral, facilitando una postura más saludable al dormir.

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