Cuento infantil: El patito feo
Cuento corto (resumen) del Patito Feo para leer con niños
El patito feo, salido de la pluma del escritor danés Hans Christian Andersen, es una de esas historias infantiles que se disfruta de principio a fin. Se trata de una simpática parodia sobre la autoestima infantil y la aceptación de las diferencias que encierra también una gran enseñanza para que los niños reflexionen acerca de los prejuicios y la exclusión social. Sin duda, es una muy buena excusa para introducir a los pequeños en el mundo de la lectura y enseñarles algunos de los valores humanos fundamentales.
La historia del patito feo
En una lejana granja, la Señora Pata esperaba con ansia la llegada al mundo de sus siete patitos. Todas sus amigas también estaban muy contentas y deseosas de ver a sus patitos, que siempre eran los más bonitos de la granja.
Finalmente, después de mucho esperar, llegó el día en el que los patitos comenzaron a abrir los huevos poco a poco para asomar su cabecita. Todos se congregaron alrededor el nido para verles por primera vez.
Los primeros seis patitos fueron saliendo de uno en uno, animados por la efusiva alegría de la Señora Pata y sus amigas. ¡Eran simplemente preciosos y habían nacido sanos! Las patas estaban tan contentas que tardaron un poco en darse cuenta de que un huevo, el más grande de los siete, aún no se había abierto.
Cuando se percataron que todavía faltaba un patito por salir, todas lo rodearon, hasta los patitos recién nacidos se acercaron para darle la bienvenida a su otro hermano. Sin embargo, el huevo permanecía inmóvil.
Al poco rato, el huevo comenzó a romperse y de él salió un sonriente pato, mucho más grande que sus hermanos, pero también muchísimo más feo y desgarbado que los otros seis. Sus amigas patas comenzaron a decir:
– ¡Oh! Pero qué patito tan feo – dijo una.
– Sí, no se parece en nada a sus hermanos, es un patito feo – exclamó otra.
La Señora Pata se moría de vergüenza por haber tenido un patito tan feo y discretamente le apartó con el ala mientras le prestaba toda su atención a sus otros seis hijos.
Sin percatarse de lo sucedido, el patito siguió a su mamá y a sus hermanos, pero la pata una vez más lo aparto y así, una y otra vez. Finalmente, el patito feo comprendió que su familia no le quería, estaba devastado y se sentía muy triste pero tenía la esperanza que si su aspecto mejoraba su madre y sus hermanos lo aceptarían.
Pasaron los días y su aspecto no mejoraba, al contrario, cada día lucía más grande, flacucho y desgarbado, además el pobre también era bastante torpe, por lo que sus hermanos solían gastarle pesadas bromas y se reían constantemente de él llamándolo feo y torpe.
Un día, el patito decidió que debía buscar un lugar donde pudiese encontrar amigos que de verdad le quisieran a pesar de su desastroso aspecto y esa mañana muy temprano, antes de que se levantase el granjero, huyó por un agujero de la cerca.
Después de mucho caminar, llegó a otra granja. Una anciana que lo vio pasar lo recogió y lo llevó a su casa. El patito feo pensó que, finalmente, había encontrado un sitio donde le querrían y cuidarían de él, pero el pobre, se equivocaba una vez más. Al inicio la anciana lo trataba muy bien, lo alimentaba y lo dejaba acercarse a la hoguera para calentar sus plumitas pero un día el patito feo escuchó una conversación en la que la anciana le decía a un vecino que solo esperaba a que el patito creciera y engordara un poco para prepararlo para la cena. Al patito feo se le cayeron las alas del corazón, se sintió muy decepcionado y supo inmediatamente que tenía que salir corriendo de allí. A la mañana siguiente, lo hizo.
En los meses que siguieron el patito anduvo sin rumbo por el bosque hasta que llegó el frío invierno. Para ese entonces, las plantas se habían secado, el agua se había congelado y el patito tenía mucho frío, además, siempre habían cazadores al acecho y tenía que andar con mucho cuidado. Después de escapar a duras penas de la muerte, finalmente llegó la primavera y el bosque volvió a tornarse verde. El patito feo pudo salir a pasear libremente otra vez por los senderos y pudo encontrar comida. Había recuperado la esperanza, pero su felicidad no era completa porque se sentía muy solo.
Un día, el patito pasó frente a un estanque en el que encontró a las aves más bellas que jamás había visto: eran unos preciosos cisnes. Las aves lucían elegantes, gráciles y se movían con tanta distinción que el patito se sintió totalmente avergonzado porque él solo era un pato feo y torpe. De todas maneras, como no tenía nada que perder se acercó a las aves y les preguntó si podía acompañarlas.
Los cisnes le respondieron a coro:
– ¡Claro que sí, eres uno de los nuestros!
El patito asombrado les respondió:
-¡No os burléis de mí! Ya sé que soy feo y desgarbado, pero no deberíais reír por eso.
– Mira tu reflejo en el estanque y verás que no te mentimos – le dijeron las aves.
El patito totalmente incrédulo se volteó hacia el agua transparente y lo que vio reflejado le dejó maravillado. ¡Durante el largo invierno se había transformado en un precioso cisne! Aquel patito feo y desgarbado era ahora el cisne más blanco y elegante de todo el estanque. Su felicidad ahora si era completa, se unió a los suyos y vivió feliz para siempre.
Comentarios
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Hola, me ha gustado mucho el cuento.