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Cuento infantil: La bella y la bestia

No te pierdas el cuento corto ‘La bella y la bestia’ para leer con niños y reflexionar sobre el amor

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La Bella y la Bestia cuento
Jennifer Delgado

Jennifer DelgadoEducadora, psicóloga y psicopedagoga

La Bella y la Bestia” es un popular cuento infantil francés que ha pasado de una generación a otra hasta llegar a nuestros días. No se conoce quien lo escribió, pero se piensa que puede estar basada en la historia “Cupido y Psique” del escritor romano Apuleyo.

La primera versión publicada salió de la pluma de la escritora francesa Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve, aunque años más tarde fue versionada por otros escritores como Gianfrancesco Straparola y Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, cuya historia es una de las más conocidas. “La Bella y la Bestia” también ha sido adaptada al teatro, el cine y la televisión y ha sido traducida en diversos idiomas.

Sin duda, su éxito se debe a que es una historia atemporal que versa sobre la belleza interior y la importancia de no dejarse llevar por las apariencias. Un cuento perfecto para que los pequeños comprendan el valor del amor y aprendan a aceptar las diferencias.

La bella y la bestia, una historia preciosa para reflexionar

Había una vez un hombre muy rico que tenía tres hijas preciosas. Sin embargo, de la noche a la mañana perdió casi toda su fortuna y la familia tuvo que vender su gran mansión y mudarse a una pequeña casita de campo.

Acostumbradas a las opulencias de su vida anterior, las dos hijas mayores se pasaban el día quejándose por tener que remendar sus vestidos y porque ya no podían ir a las fiestas. En cambio la pequeña, a la que llamaban Bella por su dulce rostro y su buen carácter, nunca se quejaba y siempre estaba feliz de poder ayudar a sus hermanas y a su padre.

Cansado de buscar un trabajo y no encontrarlo, el padre decidió ir un día a la ciudad en busca de nuevas oportunidades ya que se rumoreaba que había un mercader que ofrecía buenos empleos. Antes de emprender el viaje, el hombre les preguntó a sus hijas qué les gustaría que les llevara de regalo si lograba hacer un poco de dinero. Sin siquiera pensarlo, las dos hijas mayores dijeron:

– Para mí un vestido precioso – dijo la hermana mayor.

– Y un collar de plata para mí –dijo la hermana mediana.

Al ver que Bella no pedía nada, el padre le preguntó qué quería.

– Yo solo quiero que vuelvas a casa sano y salvo. Con eso me basta.

No obstante, su padre insistió:

– ¡Oh, Bella, debe haber algo que te apetezca!

– Bueno, entonces tráeme una rosa con pétalos rojos para ponérmela en el pelo. Sé que estamos en invierno, por lo que si no puedes encontrar ninguna lo comprenderé.

– Haré todo cuanto pueda por complaceros a las tres, hijas mías.

Diciendo esto, emprendió la marcha a todo galope.

En la ciudad, todo le fue mal. No encontró trabajo en ninguna parte. Los únicos regalos que pudo comprar fueron frutas y chocolate para sus dos hijas mayores, pero no consiguió la flor para Bella. Mientras regresaba a casa, su caballo se hirió una pata y tuvo que desmontarse y caminar a su lado.

De repente, mientras caía la noche, se desató una tormenta de nieve y el desgraciado hombre se encontró perdido en medio de un oscuro bosque.

Entonces percibió, a través de la ventisca, un gran muro y unas puertas con rejas de hierro forjado que estaban cerradas. Al fondo del jardín se veía una gran mansión con luces tenues en las ventanas.

– Si pudiera cobijarme aquí hasta que pase la tormenta – pensó en voz alta.

De repente las puertas se abrieron y el viento huracanado le empujó por el sendero hacia las escaleras de la casa. La puerta de entrada se abrió con un chirrido y el hombre vislumbró una mesa con unos candelabros en la que había tentadores manjares.

El hombre miró hacia atrás, a través de los remolinos de nieve, y vio que las puertas enrejadas se habían cerrado y que su caballo había desaparecido. Sin otra alternativa, entró, aunque estaba muy asustado. La puerta chirrió de nuevo y se cerró a sus espaldas.

Mientras examinaba la estancia, una de las sillas se separó de la mesa, invitándole a sentarse.

– Parece que soy bien recibido. Intentaré disfrutar de todo esto – pensó mientras se sentaba a la mesa.

Después de haber comido y bebido todo lo que quiso, se fijó en un gran asiento que había frente al fuego, con una manta de piel. Estaba tan cansado que no lo pensó dos veces y se tumbó en el asiento frente a la chimenea hasta que se quedó dormido.

Cuando despertó, ya era por la mañana. Se levantó completamente recuperado y se sentó a la mesa, donde le esperaba el desayuno. Una rosa con pétalos rojos, puesta en un jarrón de plata, adornaba la mesa. Con gran sorpresa exclamó:

– ¡Oh, una rosa roja! ¡Qué suerte! Al fin Bella tendrá su regalo.

Comió cuanto pudo, se levantó y tomó la rosa del jarrón. En ese momento, un rugido terrible llenó la estancia. El fuego de la chimenea pareció encogerse y las velas temblaron. La puerta se abrió de golpe y ante sus ojos apareció una figura espantosa.

¿Era un hombre o una bestia? La extraña figura vestía ropas de caballero, pero tenía garras peludas en vez de manos y su cabeza aparecía cubierta por una enmarañada pelambrera. Mostrando sus terribles colmillos gruñó:

– Ibas a robarme mi rosa ¿eh? ¿Así me agradeces mi hospitalidad?

Al escuchar estas palabras, el hombre casi muere de miedo.

– Por favor, perdonadme, señor. Era para mi hija Bella. Pero la devolveré al instante, no os preocupéis.

– Demasiado tarde. Ahora tienes que llevártela y vas a enviarme a tu hija en su lugar.

– ¡No! ¡No! ¡No!

– Entonces te mantendré prisionero hasta que mueras en el calabozo.

– Prefiero quedarme prisionero antes que dejar cautiva a mi hija.

– Si me la envías, no tocaré un solo pelo de su cabeza y vivirá como una reina. Tienes mi palabra.

– El padre de la chica, muerto de miedo, accedió al horrible trato. Entonces la Bestia le entregó un anillo mágico gracias al cual su hija podría viajar a la mansión, solo tenía que darle tres vueltas.

Cuando el hombre salió, en la nieve le esperaba su caballo, que sorprendentemente estaba curado, ensillado y listo para la marcha. La vuelta a casa fue un calvario, pero aún peor fue la llegada cuando tuvo que contarles a sus hijas lo que había sucedido. Bella le preguntó:

– Dijo que no me haría ningún daño, ¿verdad, papá?

– Me dio su palabra, cariño.

– Entonces dame el anillo. Y por favor, no os olvidéis de mí.

Se despidió con un beso, se puso el anillo y le dio tres vueltas. Al segundo, se encontró en la mansión de la Bestia.

Nadie la recibió y Bella comenzó a recorrer la mansión. Todo era muy agradable: las puertas se abrían solas, los candelabros flotaban escaleras arriba para iluminarle el camino de su habitación, la comida aparecía servida en la mesa y, misteriosamente, cuando regresaba ya habían recogido los platos, aunque no veía a ningún sirviente.

Bella no tenía miedo, pero muy pronto comenzó a sentirse tan sola que empezó a desear que la Bestia hablara con ella, por horrible que fuera.

Un día, mientras paseaba por el jardín, la Bestia salió de detrás de un árbol. Bella no pudo reprimir un grito, mientras se tapaba la cara con las manos. Sin embargo, la Bestia comenzó a hablar intentando ocultar la aspereza de su voz.

– ¡No tengas miedo, Bella! Solo he venido a desearte los buenos días y a preguntarte si te sientes bien en la mansión.

– Bueno, preferiría estar en mi casa. Pero estoy bien cuidada, gracias.

– Bien. ¿Te importaría dar un paseo conmigo?

Los dos pasearon por el jardín y se divirtieron tanto que, a partir de aquel momento, la Bestia iba a menudo a hablar con Bella.

Una noche, Bella le vio arrastrándose por el césped, bajo el claro de luna. Impresionada, pensó que iría a cazar su comida. Cuando la Bestia levantó los ojos y la vio en la ventana, se cubrió la cara con las garras y lanzó un rugido de vergüenza.

Sin embargo, a pesar de su fealdad. Bella se sentía tan sola y él era tan amable que empezó a gustarle su compañía e incluso le extrañaba cuando no estaba.

Una tarde, mientras Bella leía sentada junto al fuego, la Bestia le propuso algo inusual.

– Cásate conmigo, Bella.

Parecía tan esperanzado que Bella sintió lástima.

– Realmente te aprecio mucho, Bestia, pero no quiero casarme contigo. No te quiero.

La Bestia era insistente, así que repetía a menudo su oferta de matrimonio. Pero Bella siempre se negaba con mucha delicadeza.

Un día, él la encontró llorando junto a una fuente del jardín.-

– ¡Oh, Bestia! Me avergüenza que me veas llorando, sobre todo porque siempre has sido muy amable conmigo. Pero el invierno se avecina. He estado aquí casi un año y siento nostalgia de mi casa. Echo muchísimo de menos a mi padre.

Con alegría oyó que la Bestia le respondía:

– Puedes ir a casa durante siete días, si me prometes que volverás.

Bella se lo prometió al instante, entonces la Bestia le dio el anillo y le dijo que no solo la transportaría a casa sino que cada vez que quisiera verlo solo tenía que ponérselo y al instante vería lo que estaba haciendo. Bella tomó el anillo, le dio tres vueltas y apareció en la pequeña cocina de su casa a la hora del almuerzo. Todos se sorprendieron y se alegraron mucho al verla.

Bella le contó a su familia todas las cosas que le habían sucedido con su extraño anfitrión y ellos le contaron a su vez sus buenas nuevas. La feliz semana pasó sin ninguna palabra o señal de la Bestia, así que Bella pensó quedarse un poco más para disfrutar de su familia.

Así, pasó otra semana y, para su alivio, nada ocurrió. La familia también respiró con tranquilidad. Pero una noche, mientras se peinaba frente al espejo, quiso ver qué sucedía en la mansión, se puso el anillo y de repente apareció la Bestia que yacía bajo el claro de luna, cubierta casi completamente de hojas. Bella, preocupada por su amigo, pensó para sí:

– ¡Oh, Bestia! Por favor, no mueras. Volveré enseguida.

Al instante dio vuelta al anillo tres veces y se encontró a su lado en el jardín. Acomodó la enorme cabeza de la Bestia sobre su regazo y le dijo:

– Bestia, no quiero que mueras, te quiero tanto que no sé qué haría sin ti.

Bella intentó apartar las hojas de su rostro mientras las lágrimas brotaban de sus ojos y rociaban la cabeza de la Bestia. De repente, una voz con timbre diferente se dirigió a Bella.

– Seca tus lágrimas y mírame, Bella.

Bella bajó la vista y observó que estaba acariciando unos cabellos dorados. La Bestia había desaparecido y en su lugar se encontraba un joven muy guapo. La joven tomó su cabeza entre las manos y le preguntó:

– Pero, ¿quién eres? ¿Dónde está mi Bestia?

– ¡Bella, mi hermosa Bella! Yo era un príncipe condenado a vivir bajo la apariencia de un monstruo, hasta que una joven hermosa llegase a quererme. Ahora que me quieres, pongo a tus pies, a la par de mi profundo amor, mis riquezas.

Entonces Bella lo ayudó a ponerse de pie. Mirándose con profundo amor, ambos se estrecharon en un largo y fuerte abrazo. Pocos días después se casaron y fueron muy felices, para siempre.

¿Te ha gustado el cuento de «La bella y la bestia»? Si quieres conocer más cuentos para compartir con tus hijos y disfrutar en familia puedes encontrarlos en nuestra publicación: Cuentos infantiles para leer online.

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