Educación

Cuento infantil: Rapunzel

Cuento corto (resumen) de Rapunzel para leer con niños

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Rapunzel cuento
Jennifer Delgado

Jennifer DelgadoEducadora, psicóloga y psicopedagoga

Si estás buscando un cuento infantil para entretener a los pequeños de casa, Rapunzel es una excelente opción. De hecho, se trata de uno de los cuentos más conocidos de los hermanos Grimm, que narra la historia de una joven que pasa gran parte de su vida encerrada en una torre bajo la custodia de una bruja, hasta que conoce el verdadero amor y se anima a escapar para casarse con el príncipe de sus sueños.

Rapunzel, una bonita historia de amor para los más pequeños de casa

Erase una vez una pareja, un leñador y su mujer, que vivían muy felices esperando a su primer hijo. La pareja vivía en una humilde cabaña muy próxima a la casa de una vieja bruja, que habitaba en ese lugar desde hacía muchos años. La casa de la bruja era una de las más grandes de la región y tenía un enorme huerto lleno de todo tipo de hortalizas frescas y sabrosas.

Un día, la mujer del leñador, se encaprichó en comerse una rica ensalada hecha con aquellas apetitosas hortalizas cultivadas en el huerto de la bruja. Sin embargo, se trataba de una empresa muy difícil ya que la bruja era conocida por ser una mujer muy avariciosa. Angustiado y queriendo complacer a su mujer, el leñador decidió ir al huerto de la bruja para buscar alguna de aquellas hortalizas. Sin embargo, la bruja lo atrapó y le dijo furiosa:

– ¿Cómo se atreve a entrar aquí?

– Mi esposa va a tener un hijo y necesita alimentarse bien. Dicen que las hortalizas y las verduras son buenas y necesarias, y usted tiene de sobra… – le explicó el leñador bastante asustado.

– Llévate lo que quieras – le dijo la bruja. – Pero, ¡espera! A cambio tendrás que entregarme la criatura que nacerá.

La mirada penetrante y las palabras de la bruja asustaron tanto al leñador que no pudo hacer otra cosa que afirmar con su cabeza, aceptando así el malvado trato. Al cabo de un tiempo, el leñador y su mujer tuvieron una niña preciosa que, nada más nacer, reclamó la bruja.

La bruja la llamó Rapunzel, pero como temía que escapara o que sus padres fueran a rescatarla, la encerró en una alta torre. Durante años, la niña creció encerrada en la torre sin poder salir, su único vínculo con el mundo era una estrecha ventana. Como la torre no tenía puertas ni escaleras, cada vez que la bruja quería subir llamaba a Rapunzel desde el pie de la torre para que la joven le lanzara sus largas trenzas, que le habían crecido mucho durante los largos años de encierro.

– ¡Rapunzel, lánzame tus trenzas! – le decía la bruja cada vez que llegaba al pie de la torre.

Cuando la joven escuchaba a la bruja, lanzaba las trenzas por la ventana para que subiera. Y así sucedía día tras día, la muchacha se sentaba en la ventana y desde allí arriba contemplaba las verdes praderas que rodeaban la torre y cantaba, hasta que la bruja llegara a hacerle compañía.

Un día, un príncipe que paseaba por las cercanías de la torre escuchó cantar a Rapunzel y se quedó prendado de su bella voz. Tanto le gustó la canción que, sin pensarlo dos veces, se acercó a la torre de donde provenía aquella melodía y comenzó a buscar una entrada para subir y conocer a la dueña de tan hermosa voz. Sin embargo, sus esfuerzos fueron en vano porque por más que buscó y buscó, no encontró ninguna puerta de acceso a la torre. Cuando estaba a punto de darse por vencido, sintió que alguien se acercaba y corrió a esconderse entre unos arbustos, entonces vio que una anciana se acercó a la torre y gritó:

– ¡Rapunzel, lánzame tus trenzas!

El joven vio que una doncella se asomó a la ventana y lanzó unas largas trenzas doradas. Al día siguiente, el príncipe se colocó al pie de la torre y pronunció aquellas mismas palabras. Su estrategia dio resultado y la joven lanzo sus larguísimas trenzas, el príncipe las tomó y escaló hasta lo alto de la torre. Pero la pobre Rapunzel, quien siempre había vivido encerrada sin conocer a nadie excepto a la vieja bruja, cuando vio al joven se asustó. El príncipe se percató de inmediato y, para tranquilizarla, decidió no entrar y hablarle desde la ventana.

El príncipe regresó al día siguiente para visitar a la solitaria y desdichada Rapunzel. Y así volvió uno y otro día. Por supuesto, muy pronto se enamoraron y la joven comenzó a sentirse muy triste porque no podía escapar de la torre.

– ¿Cómo estaremos juntos, si no puedo salir de esta torre?- le preguntaba Rapunzel desconsolada.

– Cada vez que venga, traeré un pequeño trozo de cuerda, que iremos uniendo, hasta hacer una gran escalera. Cuando esté terminada, escaparemos juntos de esta horrible mazmorra – le respondió el príncipe.

Sin embargo, la bruja no tardó en descubrir el plan de los enamorados. Un día, mientras la joven conversaba con la anciana, se le escapó un comentario sobre el príncipe. ¡La bruja enloqueció! Se puso a vociferar como loca y con unas grandes tijeras cortó las larguísimas trenzas de Rapunzel. Y como castigo por su ofensa, la condujo a un desierto lejano y la abandonó allí.

Al día siguiente, el príncipe se acercó a la torre como cada tarde y gritó:

– ¡Rapunzel, lánzame tus trenzas!

La malvada bruja que se había quedado con las trenzas de la joven y que estaba esperando al príncipe, lanzó las trenzas de Rapunzel para engañar al joven y encontrarse con él cara a cara. El joven, completamente ajeno a lo que había sucedido, tomó las trenzas y escaló. Grande fue su sorpresa cuando en vez de a Rapunzel, se encontró con la malvada bruja.

– Pensabas que podías burlarte de mí ¡Nunca encontrarás a Rapunzel! – le dijo la anciana sonriendo maléficamente.

Tal fue la impresión del príncipe, que cayó de la torre y fue a dar sobre unas espinosas zarzas. Las espinas se le clavaron los ojos y el joven dio un grito de terror. Sin embargo, en cuanto consiguió ponerse en pie decidió echarse a andar para encontrar a su amada Rapunzel. Así estuvo varias semanas, buscando infatigablemente a la joven, hasta que guiado por una dulce voz, llegó hasta el desierto. La joven no tardó en divisar al príncipe, quien caminaba agotado y a tientas, y se aproximó corriendo y llorando de alegría.

Cuando lo vio casi ciego, Rapunzel no pudo contener su llanto y derramó tantas lágrimas que estas llegaron hasta los ojos del príncipe, y como un milagro, el joven recuperó la visión. Su amor y alegría habían vencido el maleficio de la bruja y la desdicha del destino. ¡No cabían en sí de tanta felicidad! Se tomaron de la mano y se dirigieron al palacio, donde días más tarde se casaron. Y así vivieron felices para siempre.

¿Te ha gustado el cuento de «Rapunzel»? Si quieres conocer más cuentos infantiles para compartir con tus hijos y disfrutar en familia puedes encontrarlos en nuestra publicación: Cuentos infantiles para leer online.

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