Educación

Cuento infantil: Ricitos de Oro

Cuento corto (resumen) de ‘Ricitos de Oro y los tres ositos’ para leer con niños

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Ricitos de Oro
Jennifer Delgado

Jennifer DelgadoEducadora, psicóloga y psicopedagoga

¿Estás buscando un cuento para leerles a los niños antes de dormir y no has encontrado ninguno? Este es el cuento perfecto para entretener a los pequeños en la noche y enseñarles además la importancia de respetar la intimidad y el espacio ajeno. Se trata de una historia que Robert Southey hizo famosa en 1837 con el nombre de “Ricitos de Oro y los tres osos”, aunque actualmente es más conocida como “Ricitos de Oro”.

El cuento narra la historia de una curiosa niña que irrumpe en la casa de una familia de osos y que es sorprendida infraganti por los dueños de la casa. Una historia que no solo les enseñará buenos valores a los niños sino que les hará volar a un increíble mundo de fantasía e ilusión.

Ricitos de Oro: Una historia para antes de dormir

Hace muchos años atrás, en las profundidades de un inmenso bosque se encontraba el hogar de una familia de osos: papá oso, mamá osa y el pequeño hijo oso. Un día, tras hacer todas las camas, limpiar la casa y preparar la sopa para la cena, los tres ositos fueron a dar un paseo por el bosque.

Mientras estaban fuera de casa, por los alrededores pasaba una niña a la que todos apodaban Ricitos de Oro por sus hermosos cabellos dorados. La niña había salido a recolectar flores y percatándose de la casa de los osos no pudo evitar acercarse. Se puso a merodear la casa recordando que sus padres le habían enseñado a no invadir los espacios ajenos, pero cuando se acercó a la ventana, vio que no había nadie en la casa y un delicioso aroma a comida le golpeó la nariz, se decidió a entrar.

Nada más de poner los pies dentro, Ricitos se dejó llevar por la curiosidad y comenzó a mirar en todos los rincones de la casa. Se acercó a la mesa y vio que habían tres tazones: uno pequeño, otro mediano y otro más grande todavía. Una vez más recordó las enseñanzas de sus padres pero viendo la exquisita sopa que estaba en esos tazones, no pudo resistir la tentación y se lanzó a probarla.

Comenzó por el tazón más grande, pero al probarlo, encontró que la sopa estaba demasiado caliente. Entonces pasó al mediano y le pareció que la sopa estaba demasiado fría. Por último, probó del tazón más pequeño y la sopa estaba justo como a ella le gustaba, así que se la tomó toda.

Cuando acabó la sopa, Ricitos de Oro quiso sentarse, así que se subió a la silla más grande pero estaba demasiado dura para ella. Pasó a la silla mediana y le pareció demasiado blanda. Y finalmente decidió sentarse en la silla más pequeña que le resultó tan cómoda como si hubiese estado hecha a su medida. Sin embargo, la débil sillita que no estaba construida para aguantar tanto peso fue cediendo poco a poco hasta que finalmente se rompió.

Después del susto, Ricitos empezó a sentir un poco de sueño y sin pensárselo dos veces decidió subir a la habitación para probar las camas. Primero probó la cama grande pero era demasiado alta. Luego fue hasta la cama mediana pero ésta era muy baja y por fin probó la cama pequeña, la encontró tan mullida y cómoda que se quedó totalmente dormida.

Mientras Ricitos de Oro dormía los osos se disponían a regresar a su hogar. Poco tardaron en llegar y cuando entraron a la casa se llevaron una gran sorpresa. Nada más entrar el oso grande vio cómo su cuchara estaba dentro del tazón y dijo con una voz muy ruda:

– ¡Alguien ha probado mi sopa!

Mamá oso también vio su cuchara dentro del tazón y exclamó:

– ¡ También alguien ha probado mi sopa!

Cuando el osito pequeño se acercó a su tazón dijo con voz apesadumbrada:

– ¡Alguien se ha tomado mi sopa!

Cuando la familia pasó al salón, papá oso exclamó:

– ¡Alguien se ha sentado en mi silla!

Y mamá oso dijo:

– ¡También alguien se ha sentado en mi silla!

El pequeño osito solo pudo decir con su voz aflautada:

– ¡Alguien se ha sentado en mi sillita y además la ha roto!

Al ver que allí no había nadie, subieron entonces a la habitación para ver si el ladrón de su comida se encontraba todavía en el interior de la casa. Al entrar en la habitación, papá oso dijo:

– ¡Alguien se ha acostado en mi cama!

Y mamá oso exclamó:

– ¡También alguien se ha acostado en mi cama!

Y el osito pequeño dijo:

– ¡Alguien se ha acostado en mi camita y todavía sigue durmiendo!

Mientras los osos se acercaban Ricitos de Oro escuchó la voz fuerte de papá oso pero le pareció que había sido un trueno, y que la voz de mamá oso había sido una dulce voz que le hablaba en sueños pero cuando escuchó la voz aflautada del osito despertó sobresaltada.

De un salto se sentó en la cama mientras los osos la observaban, cruzó hacia el otro lado de la cama y salió corriendo por la ventana sin parar un solo instante hasta que llegó a su casa. Y desde ese momento, Ricitos de Oro nunca más volvió a entrar en casa de nadie sin pedir primero permiso.

¿Te ha gustado el cuento de «Ricitos de Oro»? Si quieres conocer más cuentos infantiles para compartir con tus hijos y disfrutar en familia puedes encontrarlos en nuestra publicación: Cuentos infantiles para leer online.

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