Salud

El niño hiperactivo nace, no se hace

Conoce qué dice la ciencia en relación a la hiperactividad

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El niño hiperactivo nace, no se hace
Jennifer Delgado

Jennifer DelgadoEducadora, psicóloga y psicopedagoga

La hiperactividad es uno de los trastornos más frecuentes en la infancia que afecta a entre el 8% y el 12% de los niños. Solo en España, se conoce que el 6,8% de los pequeños sufre hiperactividad. Se trata de un trastorno neurobiológico que incide sobre la conducta provocando síntomas como la impulsividad, ansiedad, intranquilidad y una marcada dificultad para concentrarse. De hecho, no es poco usual que también afecte el desempeño académico de los niños y su desarrollo social, siendo una causa frecuente de fracaso escolar y problemas de conducta.

Una de las creencias populares más extendidas afirma que la responsabilidad de la hiperactividad recae sobre las personas involucradas en la educación del niño. Sin embargo, lo cierto es que, aunque el entorno social y los modelos educativos pueden exacerbar o atenuar los rasgos de la hiperactividad infantil, no son los principales responsables de esta condición. Los estudios han demostrado que la hiperactividad infantil tiene un componente genético, hereditario y cerebral.

Herencia y genética en la base de la hiperactividad

Un estudio realizado por el Centro de Neuropsiquiatría, Genética y Genómica de la Universidad de Cardiff, en el Reino Unido, ha demostrado que el riesgo de desarrollar la hiperactividad es mayor en los niños cuyos familiares biológicos de primer grado también poseen esta alteración. De hecho, las estadísticas afirman que los niños de padres hiperactivos tienen un 57% más de riesgo de padecer el trastorno, lo que representa una probabilidad 20 veces mayor que el resto de los pequeños.

De manera similar, los niños cuyos progenitores han tenidos síntomas impulsivos tienen un 88% de desarrollarlos mientras que, los pequeños con padres que tienen problemas de atención tienen un 79% más de probabilidades de padecerlos.

No obstante, se trata de una relación bidireccional pues se ha comprobado que los padres de niños hiperactivos tienen un 25% de probabilidades de desarrollar el trastorno, mientras que sus hermanos tienen un 15% de probabilidades.

Niño hiperactivo

Asimismo, algunos estudios de concordancia genética han encontrado que el riesgo de heredar los patrones genéticos de la hiperactividad es muy similar en los mellizos ya que entre el 30% y el 40% desarrollan las mismas manifestaciones. Una probabilidad que se duplica en los hermanos gemelos, alcanzando entre un 50% y un 80%.

A su vez, otras investigaciones han encontrado que la genética también juega un papel esencial en el desarrollo de la hiperactividad infantil. De hecho, un estudio realizado por expertos del Instituto de Investigación y el Departamento de Psiquiatría del Hospital Vall d´Hebron de España ha demostrado la estrecha relación que existe entre los signos de hiperactividad en los niños y el gen LPHN3, también conocido como Latrofilina 3. Aunque no se trata del primer descubrimiento en este sentido pues estudios anteriores ya habían dirigido su atención a otro gen, el GMR5, relacionado con el desarrollo de conductas hiperactivas.

Las huellas cerebrales de la hiperactividad infantil

Las investigaciones más recientes en el campo de las neurociencias han demostrado que la hiperactividad infantil también tiene un fuerte componente neuroquímico. De hecho, un estudio realizado por especialistas del Departamento de Psiquiatría y el Instituto de Investigación Health Emotions de la Universidad de Wisconsin-Madison, en Estados Unidos, ha encontrado que una actividad demasiado intensa en la región prefrontal, límbica y media del cerebro está relacionada con el desarrollo de trastornos de ansiedad e hiperactividad infantil.

Asimismo, otro estudio realizado por la Universidad de Murcia, en España, ha hallado que mientras mayor es el nivel de impulsividad en un niño, mayor es la alteración de sus conexiones cerebrales en determinadas regiones. En teoría, una afectación en las conexiones entre el córtex cingulado posterior y el giro angular derecho puede desencadenar síntomas de impulsividad e hiperactividad en los niños.

Por tanto, podemos afirmar, con el respaldo de la ciencia, que el niño hiperactivo nace, no se hace.

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