Salud

Enseña a tu hijo a gestionar sus emociones, no a reprimirlas

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Enseñar niño gestionar emociones no reprimirlas
Jennifer Delgado

Jennifer DelgadoEducadora, psicóloga y psicopedagoga

Los niños no lloran”, “No debes enfadarte por eso”, “Solo los niños malos dicen esas cosas”. Estas son algunas de las frases que los padres les dicen a sus hijos, muchas veces sin darse cuenta de sus repercusiones emocionales.

De hecho, el objetivo de estas frases es que los niños controlen sus pensamientos y emociones negativas. Sin embargo, al repetirlas continuamente le transmiten al pequeño la idea de que es malo experimentar esas emociones o tener esos pensamientos.

A partir de ese momento, el pequeño empieza a sentirse mal consigo mismo porque cree que lo que siente o piensa es reprochable, pero no sabe qué hacer para evitarlo. Como resultado, aprende a esconder sus emociones y pensamientos para no ser reprendido y ganar la aprobación de sus padres. Sin embargo, cuando un niño aprende a reprimir sus emociones está escondiendo una parte de quién es, y a la larga, esto le pasará una elevada factura emocional.

¿Por qué reprimir las emociones no es saludable?

Cuando un niño evita expresar determinadas emociones que forman parte de su condición humana, como puede ser la tristeza, los celos o el dolor, en vez de hacerlas ‘desaparecer’ como por arte de magia lo que logra es que esas sensaciones se enquisten en su inconsciente y, desde allí, empiecen a regular su personalidad y estado de ánimo.

Las emociones enquistadas en el inconsciente pueden afectar profundamente el desarrollo psicológico infantil, haciendo que el niño se sienta frustrado consigo mismo, que se convierta en un pequeño agresivo o, por el contrario, en un niño tímido y retraído. A la larga, las emociones reprimidas durante mucho tiempo propician la aparición de alteraciones emocionales, trastornos de la conducta y problemas de integración social.

Al respecto, diversos estudios han encontrado que las emociones enquistadas también pueden hacer enfermar al niño ya que los desequilibrios emocionales debilitan su sistema inmunitario y lo vuelve más vulnerable ante las enfermedades.

Enseñar a gestionar las emociones

Aprender a gestionar las emociones, en vez de reprimirlas

La clave para que un niño tenga un desarrollo emocional saludable radica en enseñarle a regular sus emociones. Se trata de que el pequeño acepte y comprenda sus propias emociones para que no intente reprimirlas, sino reencauzarlas. En este sentido, los padres tienen una enorme responsabilidad ya que son los encargados de enseñarles a sus hijos a gestionar esas emociones y pensamientos que la sociedad cataloga como ‘negativos’.

  • Incita a tus hijos a hablar sobre sus emociones y pensamientos. De esta manera se sentirán más confiados para expresar sus sentimientos, dejarán de percibirlos como algo negativo y aprenderán a ser más abiertos emocionalmente. Esto no solo beneficiará su desarrollo emocional sino que también le facilitará sus interacciones sociales.
  • Acepta y respeta sus emociones. Escucha a tus hijos y préstales atención cuando te hablen sobre sus emociones y pensamientos. Evita recriminarles si te hablan sobre sus sentimientos o pensamientos ‘negativos’. Hazles saber que aceptas lo que sienten y que respetas sus puntos de vista, aunque deben aprender a lidiar con esas emociones.
  • Enséñales a expresar con palabras sus sentimientos. A los niños les resulta muy difícil expresar lo que sienten con palabras porque tienen un vocabulario muy limitado y les cuesta comprender sus propios sentimientos. Por eso, una buena estrategia para ayudarles a gestionar sus emociones consiste en incitarlos a que expresen con palabras lo que sienten, ayudándoles a ponerle nombre a cada estado emocional.
  • Ayúdales a construir sus propios recursos emocionales. Cada niño es diferente, por lo que no puedes pretender que tus hijos piensen igual que sus amigos o primos o que les emocionen las mismas cosas. Es importante que cada niño desarrolle sus propias estrategias para aceptar y lidiar con sus emociones. Una forma sencilla de ayudarles es presentándoles conflictos y problemas para que piensen qué harían si se encontraran en esas circunstancias.

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