¿Mi hijo es hiperactivo o inquieto?
¿Piensas que tu hijo es hiperactivo?
Muchos padres acuden a las consultas de Psicología preocupados porque su hijo pueda padecer TDAH. De hecho, en los últimos tiempos ha aumentado la prevalencia de los casos con TDAH, hasta el punto que en España el 5% de los niños en edad escolar han sido diagnosticados con este trastorno. Sin embargo, en algunos casos no se trata de hiperactividad sino tan solo de que el niño es inquieto.
Expectativas irreales sobre la infancia
A veces los padres tienen expectativas irreales sobre el comportamiento de los niños, las cuales hacen que confundan la energía y el nivel de actividad propios de la infancia con un trastorno de hiperactividad. Los adultos deben comprender que a la mayoría de los niños les resulta difícil mantenerse concentrados y tranquilos en una misma actividad durante horas. Algunos pueden hacerlo, pero suelen ser casos excepcionales.
Como regla general, la capacidad plena para regular la atención y el comportamiento se adquiere a los 12 años. A los 5 años los procesos de inhibición todavía no han madurado lo suficiente, lo cual explica por qué muchos niños actúan de manera impulsiva o les cuesta concentrarse. No obstante, eso no significa que exista necesariamente un TDAH.
Las diferencias entre la hiperactividad y la inquietud
El TDAH es un trastorno con una base neurobiológica que afecta la capacidad del niño para controlar sus impulsos y mantenerse concentrado. Esos síntomas se deben manifestar en diferentes contextos, incluyendo el hogar y el colegio. Como resultado, el niño suele desarrollar problemas de aprendizaje.
Hay que tener en cuenta además que existen diferentes tipos de trastornos de atención: el Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDA-H), que a su vez está compuesto por tres subtipos: predominantemente inatento, predominantemente hiperactivo-impulsivo o combinado.
El niño que sufre el tipo inatento tendrá dificultades para concentrarse pues se distrae con facilidad, pero no manifestará un exceso de actividad. Es el típico niño que puede permanecer sentado tranquilamente pero sin prestar atención porque su mente se halla en otra parte.
El tipo predominantemente hiperactivo-impulsivo se caracteriza por un exceso de actividad. En ese caso el niño no logra estar tranquilo, interrumpe constantemente, responde precipitadamente y actúa por impulso. A menudo, ese exceso de actividad también afecta la capacidad atencional.
Sin embargo, lo cierto es que la hiperactividad, la impulsividad y la falta de atención son solo la punta del iceberg en el TDAH. Estos niños sufren otros problemas menos conocidos que los diferencian de los niños inquietos, como por ejemplo:
- Dificultades para procesar la información. Muchos de los niños con hiperactividad tienen problemas para “desacelerar” lo suficiente como para poder procesar información con precisión. Esto suele generar dificultades en el aula, donde los maestros esperan que los estudiantes interpreten y respondan con rapidez y exactitud a la educación. Esa es una de las razones por la que los niños con TDAH suelen tener problemas de aprendizaje.
- Frustración y agobio. Los niños con TDAH suelen abrumarse con facilidad y tienen problemas para gestionar sus emociones, cediendo rápidamente a la frustración. Estas dificultades suelen interferir en sus relaciones sociales, lo que les lleva a tener problemas con sus coetáneos, generando una sensación de aislamiento y una baja autoestima.
- Dificultades en las funciones ejecutivas. A los niños con TDAH les resulta difícil organizar, planificar, priorizar, prestar atención y recordar detalles. Esas dificultades en las funciones ejecutivas, que están reguladas fundamentalmente por los lóbulos frontales, suelen causarles problemas en su vida cotidiana.
- Inmadurez en el desarrollo. Los niños con TDAH suelen ser menos maduros en comparación con sus coetáneos. Un niño de 11 años con hiperactividad pensará y se comportará como un niño más pequeño, en vez de estar camino a la adolescencia.
Los niños inquietos no suelen manifestar muchos de esos problemas. El niño inquieto tiene un exceso de energía y, si bien puede haber momentos en los que no preste atención y se muestre irritable, normalmente es capaz de controlar sus impulsos y emociones, prestar atención durante largos periodos de tiempo cuando algo le interesa y comportarse de manera bastante adecuada en los contextos sociales si los adultos se lo exigen. En cualquier caso, ante las dudas, siempre es mejor contar con la opinión profesional de un psicólogo.
Comentarios
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Me resulto de mucha ayuda