Salud

No soy un niño malo, solo tengo TDAH

Un niño con TDAH no es un niño con malas intenciones

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Tengo TDAH
Jennifer Delgado

Jennifer DelgadoEducadora, psicóloga y psicopedagoga

Muchas personas creen que el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad es el resultado de un carácter rebelde. Piensan que el niño se muestra agresivo, no espera su turno o responde abruptamente de manera intencionada, solo para molestar a sus padres o maestros. Otros van un paso más allá y creen que estos niños son malos por naturaleza y que por eso son rebeldes, les gusta transgredir las normas y ser el centro de atención. Sin embargo, lo que estas personas pasan por alto es que el TDAH es un trastorno neurobiológico y que uno de sus principales síntomas es precisamente la dificultad para inhibir determinados comportamientos.

Tres mitos totalmente falsos que todavía persisten sobre el TDAH infantil

1. Son niños perezosos

Por mucho que los niños con TDAH se esfuercen, les resulta difícil, cuando no imposible, mantenerse concentrados durante largos períodos de tiempo. Sin embargo, no se trata de falta de voluntad o pereza, el problema es que no producen suficiente dopamina, un neurotransmisor que se encarga de modular la actividad neuronal relacionada con los procesos de atención, aprendizaje y el nivel de alerta.

2. Son niños rebeldes

Muchas personas piensan que las conductas impulsivas y la falta de control de los niños con TDAH se deben a su comportamiento rebelde y desafiante. Sin embargo, en realidad los niños hiperactivos no suelen comportarse de forma impulsiva solo para llevarle la contraria a sus padres o a los otros adultos, sino porque tienen una alteración en el sistema activador reticular y en los lóbulos frontales, que son las estructuras encargadas de regular la conducta y la respuesta fisiológica.

3. Son niños malos

Una creencia muy extendida sobre los niños con TDAH es que se comportan de manera impulsiva, irrumpen las normas y no respetan los límites y las normas porque son malos por naturaleza. Sin embargo, detrás de su comportamiento no existen malas intenciones, lo que sucede es que estos pequeños sufren afectaciones en el cortex del cíngulo anterior y los ganglios basales, dos estructuras cerebrales vinculadas a la inhibición de la conducta.

Mitos falsos TDAH infantil

¿Qué sucede en el cerebro de un niño con TDAH?

El TDAH es mucho más que un simple trastorno de la conducta, se trata de una alteración neurobiológica que se caracteriza por una marcada alteración del autocontrol, es decir, de la capacidad para modular de forma consciente y voluntaria los comportamientos.

Es cierto que este trastorno tiene un condicionamiento social, pero en su base descansa una predisposición neurobiológica. De hecho, el TDAH se ha relacionado con una excesiva producción de adrenalina y noradrenalina, dos neurotransmisores vinculados con el nivel de alerta, la atención selectiva y la reacción instintiva, lo cual explica por qué estos niños tienen conductas disruptivas y responden impulsivamente.

Estos pequeños también suelen tener afectadas dos estructuras cerebrales relacionadas con la respuesta comportamental: el Sistema Activador Reticular, que estimula las neuronas corticales y del sistema autónomo que son a su vez responsables de modular la respuesta fisiológica y comportamental y los lóbulos frontales, encargados de regular la conducta de forma voluntaria. Esto explica por qué los niños con TDAH tienen dificultades para controlar sus emociones y comportamientos, por lo que reaccionan de forma impulsiva e hiperactiva y no pueden concentrar su atención durante largos períodos de tiempo.

Además, en muchos casos también suele haber una afectación de los ganglios basales, unas estructuras cerebrales que intervienen en varias funciones, como el control motor y las respuestas conductuales. Una lesión en estas estructuras puede activar la respuesta automática, haciendo que el niño reaccione inmediatamente y de forma impulsiva, sin reflexionar.

Estas alteraciones implican que la conducta del niño con TDAH está mediatizada por los sistemas cerebrales. Por eso, su comportamiento impulsivo, rebelde e hiperactivo no se le puede achacar simplemente a la educación, a la mala voluntad del pequeño o a la pereza.

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