Ser Padres

5 cuentos para reflexionar con adolescentes

Los cuentos pueden ayudar a los adolescentes a reflexionar sobre la felicidad, el esfuerzo o el paso del tiempo. ¡Descúbrelos!

5 cuentos para reflexionar con adolescentes

La adolescencia es un proceso de descubrimiento en el que los jóvenes se cuestionan todo: el mundo y a sí mismos. En ese proceso, los cuentos cortos pueden ser una ventana de reflexión para ellos.

Los adolescentes necesitan referentes, necesitan a sus padres y figuras de referencia y buscan historias con las que identificarse, ya están en pleno proceso de afianzamiento de su personalidad

Muchas veces encuentran estos referentes en canciones o películas, pero los cuentos cortos son también ideales para adolescentes. No importa si no son lectores habituales, nunca es tarde para inculcar la pasión por la lectura en los adolescentes de casa. Hay historias cortas, pero llenas de lecciones y reflexiones en las que pueden verse reflejados, así como preciosos cuentos de aventuras o fantasía que hará que su imaginación . 

Cuentos para adolescentes

Cuentos para adolescentesFreepik

5 cuentos para reflexionar y compartir con los adolescentes

Ya sea que tus hijos sean unos ávidos lectores o apenas les guste leer, existen muchísimos cuentos sencillos, pero con un gran significado que seguramente les cautivarán. He aquí algunos cuentos para reflexionar ideales para los adolescentes de casa.

1. El zar y la camisa, de León Tolstói

Había una vez un zar que estaba muy enfermo y no encontraba nada que pudiese aliviar su dolor. Desesperado, lanzó un comunicado a su reino diciendo:

– Daré la mitad de mi reino a la persona que sea capaz de curarme.

Entonces, todos los sabios del reino se reunieron y empezaron a debatir sobre cómo curar al zar. Ninguno sabía qué podían hacer. Sin embargo, cuando estaban a punto de darse por vencidos, un sabio alzó la voz y dijo que solo había una manera de curar al zar.

– Hay que encontrar a un hombre feliz, quitarle la camisa y ponérsela al zar. Entonces, éste se curará.

Sin dudarlo ni un segundo, el zar mandó a que buscaran por todo el reino a un hombre feliz y le llevasen su camisa. Sin embargo, por mucho que sus emisarios cabalgaron y recorriendo cada rincón del reino no pudieron encontrar a un solo hombre feliz.

No había ni un solo hombre que se sintiese satisfecho y feliz con todo. Había un hombre que era rico, pero estaba enfermo. Otro tenía buena salud, pero no tenía dinero. Un tercero era rico y gozaba de buena salud, pero tenía una mujer malvada. En fin, todos tenían algún motivo que les impedía ser plenamente feliz.

Un día, cuando estaba a punto de caer el sol, el hijo del zar pasó junto a una pequeña caballa cuando escuchó que alguien decía:

– Gracias a Dios he trabajado bastante, he comido hasta saciarme y ahora me voy a la cama. ¿Qué más puedo pedir?

El hijo del zar se alegró de escuchar esas palabras. Así que ordenó a quienes le acompañaban que le pidiesen la camisa a ese hombre a cambio de una gran cantidad de dinero, todo el que quisiera, y entonces llevaran la camisa al zar. Los emisarios fueron a ver al hombre feliz y cuando quisieron proponerle el acuerdo se dieron cuenta de que ese hombre feliz era tan pobre que ni siquiera tenía una camisa.

2. La paradoja de Abilene, de Jerry Harvey

Durante una calurosa tarde de verano, en Coleman había una familia formada por un matrimonio y los suegros que estaba jugando al dominó tranquilamente junto al porche. Bebían una refrescante limonada mientras pasaban el tiempo cómodamente.

Entonces, al suegro se le ocurrió una idea y dijo.

– Podríamos hacer algo más interesante que estar aquí pasando el tiempo. Podemos ir hasta Abilene y comer algo en la cafetería.

Todos le miraron un tanto sorprendidos. Su casa se encontraba a 80 kilómetros de Abilene. El yerno pensó que es una autentica locura, pero como quería quedar bien con su suegro dijo:

– Claro, sí, ¿por qué no?

Entonces su mujer, por no llevar la contraria a ambos, comentó:

– Buena idea…

Y, por supuesto, la madre, al ver que todos querían ir decidió no ser la nota discordante y dijo emocionada:

– ¡Por supuesto! Hace tiempo que no voy y me apetece dar una vuelta por Abilene.

Así que toda la familia recogió las cosas, se subieron al coche, que no tenía aire acondicionado, y condujeron hasta Abilene a pesar del sofocante calor. Después de un largo y polvoriento camino, llegaron acalorados al pueblo donde comieron un pobre y triste bocadillo en la cafetería y emprendieron el camino de vuelta a Coleman.

Al llegar a casa, todos se fueron a dormir extenuados y acalorados, sin decir nada, pensando para sus adentros en por qué habían hecho ese ridículo viaje que en realidad no querían hacer.

Preadolescentes y adolescentes

Cuentos para adolescentesFreepik

3. El buscador, de Jorge Bucay

Esta es la historia de un buscador que no es más alguien que busca, aunque no necesariamente encuentra ya que su principal objetivo consiste en buscar continuamente. Movido por su ansia de búsqueda, un día sintió la necesidad de visitar la ciudad de Kammir, así que partió sin pensárselo dos veces.

Después de andar durante dos días el buscador divisó a lo lejos la ciudad de Kammir. Pero antes de llegar, mientras atravesaba una colina, se fijó en un sendero muy estrecho que partía hacia la derecha con árboles muy verdes y flores muy hermosas. El buscador no pudo resistir la tentación de investigar y se desvió.

Además de unas graciosas mariposas de colores, el buscador se fijó en que el camino estaba salpicado de pequeñas piedras blancas. Pero al acercarse leyó una inscripción que decía:

– “Tareg, vivió 7 años, 5 meses, 1 semanas y 3 días”.

De pronto su alma se entristeció cuando se dio cuenta de que se trataba de la lápida de un niño. Entonces se acercó a otra piedra y leyó:

– “Kaleb, vivió 3 años, 5 meses y 2 semanas”.

Así, encontró en el camino muchas otras lápidas. Pero, ¿cómo era posible? ¿Por qué todos morían tan jóvenes? ¿Qué pasaba en aquel lugar? Comprobó que todas las piedras pertenecían a niños. El que más había vivido solo tenía once años.

Y el buscador, totalmente abatido, se sentó junto a un árbol y rompió a llorar. Entonces un lugareño que pasaba por allí lo vio, se acercó a él y le preguntó:

– ¿Puedo ayudarle señor? ¿Qué le sucede?

– Quizá pueda explicarme qué maldición reina sobre en esta ciudad. ¿Por qué mueren tantos niños?

El hombre sonrió y le dijo:

– No existe ninguna maldición. Se lo explicaré. Resulta que en este lugar tenemos una tradición. Cuando los niños cumplen 15 años, creemos que comienza su etapa adulta y les entregamos un cuaderno como el que llevo colgado al cuello. En él uno debe apuntar todos los momentos maravillosos que ha vivido y el tiempo que duraron.

A la izquierda se anota el acontecimiento que le hizo feliz y a la derecha, cuánto duró ese momento. Por ejemplo, el primer amor, un viaje que te hizo feliz o el nacimiento de un hijo. Al final, cuando esta persona muere, se abre su cuaderno y se suma todo el tiempo que realmente fue feliz. Y esa es su edad de vida.

El buscador quedó realmente impresionado ante la sabiduría de aquella gente.

4. La bobina maravillosa, de Eduardo Zamacois

Cuentan que hace mucho tiempo, había un rey bondadoso y hacendoso, cuyo hijo era muy perezoso y no le apetecía hacer nunca nada. No hacía más que quejarse y responder con malas formas cada vez que le ordenaba hacer algo.

– ¡Ojalá fuese mayor para ser rey y hacer lo que se me antoje!, decía.

Una mañana el príncipe encontró una bobina de hilo sobre su cama y, al acercarse, ¡la bobina le habló!:

– Soy una bobina mágica. Represento tu vida. ¿Ves que sobresale un poco de hilo? Son los años que ya has vivido. Si tiras del hilo, tu vida avanzará. Debes tratarme con cuidado, porque el hilo que desenrolles, no podrás volverlo atrás. Puedes tirar del hilo y pasar a otra etapa de tu vida si quieres, pero recuerda que los años que saltes, no volverán. Así que piénsalo bien.

– ¡Increíble!, respondió asombrado el príncipe.

Así que, sin pensarlo dos veces, tiró de la bobina. ¡Quería saber si lo que decía la bobina era cierto! Se miró en un espejo y efectivamente, ya no era un adolescente, sino un joven apuesto de 20 años.

Sin embargo, el príncipe pensó que con esa edad tendría que trabajar mucho y seguir obedeciendo a su padre, así que decidió tirar un poco más y hacerse un poco más mayor. Así hizo y avanzó su vida hasta los 35 años y cuando se miró al espejo tenía una espesa barba y una corona en la cabeza… ¡era rey!

– ¡Es la corona de mi padre! ¡Ya soy rey!, dijo exaltado.

Pero el príncipe no estaba conforme, tuvo curiosidad por saber cómo serían su mujer y sus hijos, y volvió a tirar de la bobina. Y al instante apareció junto a él una hermosa mujer de largos cabellos dorados y cuatro niños preciosos.

– ¡Qué bella es mi familia!, se dijo el príncipe. Pero ¿cómo serán mis hijos de mayores?

Así que volvió a tirar del hilo y vio cómo sus hijos de pronto crecieron. Eran unos hombres hechos y derechos. Entonces se dio cuenta de su error. Se miró al espejo y vio un anciano encorvado de pelo blanco.

– ¡No puede ser! ¡Soy un anciano decrépito!, dijo entonces angustiado.

Miró la bobina y vio que quedaba muy poco hilo. Su vida estaba llegando a su fin. Totalmente desesperado el príncipe intentó enrollar de nuevo el hilo, pero no pudo.

– Te advertí y no me hiciste caso. Ahora no hay vuelta atrás, toda tu vida se ha esfumado. Has desperdiciado tu vida y ahora es el final.

El viejo rey asintió. Cabizbajo salió al jardín para vivir sus últimos momentos de vida. Bajo el sol de primavera y entre árboles llenos de flores, el rey murió.

Diferencia entre adolescente y preadolescente

Historias para adolescenteskrakenimages/Freepik

5. El fantasma provechoso, de Daniel Defoe

Había una vez un caballero que tenía una vieja casa, que era todo lo que quedaba de un antiguo monasterio derruido. Así que un día decidió demolerla, pero inmediatamente pensó que sería demasiado trabajo. Sin embargo, se le ocurrió una idea interesante para derribarla sin mucho esfuerzo que consistía en difundir el rumor de que la casa estaba encantada.

Así que empezó a hacer correr el rumor de que la casa estaba habitada por un fantasma. Con ese propósito, se confeccionó un largo traje blanco y con él puesto se propuso atravesar el patio interior de la casa justo cuando hubiera citado a varias personas para que pudieran verlo. De esta manera, ellos se encargarían de difundir la noticia de que en la casa había un fantasma.

Su estrategia dio resultado. Las personas lo vieron atravesar el jardín y se asustaron creyendo que era cierto el rumor. Así, cada vez se sumaba más gente para ver el fantasma, por lo que el rumor fue creciendo y extendiéndose entre la gente del pueblo y los alrededores. Entonces, el caballero comenzó a extender el rumor de que en la casa podía haber dinero escondido y que él comenzaría a cavar para ver si lo encontraba. A pesar de que no lo hizo, la gente comenzó a preguntarse si en realidad habría un tesoro escondido ahí y le solicitaron permiso para excavar junto a él y repartir el tesoro si lo encontraban.

El caballero replicó que no era justo que excavaran y tiraran la casa abajo y además se llevaran el tesoro, si es que estaba. Sin embargo, terminó cediendo bajo la condición de que ellos retirarían todos los escombros y los materiales que excavaran, así como los ladrillos y las maderas en un terreno al lado de la casa y que si encontraban el tesoro le correspondería la mitad.

Los pueblerinos consintieron y comenzaron a trabajar. Con el inicio de los trabajos, el fantasma que rondaba la casa pareció abandonar el lugar, así que pudieron trabajar con más tranquilidad. Lo primero que demolieron fueron los caños de las chimeneas y terminaron agotados. Así que el caballero, deseoso de alentarlos, escondió secretamente algunas piezas de oro antiguo en un agujero de la chimenea que no tenía entrada más que por un lado y que se aseguró de tapiar.

Cuando llegaron hasta el dinero, los ilusos se lo creyeron y se maravillaron por su descubrimiento. Dio la casualidad el caballero estaba cerca, aunque no exactamente en el lugar del hallazgo, así que cuando se lo contaron les cedió todo generosamente, con la condición de que no esperaran lo mismo si encontraban otras riquezas.

Cegados por la ambición los campesinos trabajaron arduamente. Y, cuando comenzaban a perder la motivación, encontraban algunas cosas de valor que tal vez habían estado escondidas desde hacía mucho tiempo. Así que antes de lo que pensaba el caballero, la casa estaba completamente derruida hasta los mismos cimientos. Y, según el acuerdo, los materiales, la madera y los ladrillos apilados en un terreno adyacente como el caballero lo había ordenado. Al final, el caballero cumplió su deseo utilizando mucho menos dinero y recursos de lo que hubiese requerido un trabajo así, recurriendo solo a su ingenio.

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