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10 fábulas cortas para leer a los niños

Fábulas cortas con moraleja que te encantará descubrir con tus hijos

10 fábulas cortas para leer a los niños

En la actualidad, las fábulas siguen siendo una excelente alternativa para inculcarles buenos valores y empatía a los niños desde una edad temprana. Esos relatos cortos, generalmente sobre animales o cosas inanimadas a las que se les confieren características humanas, suelen utilizarse para criticar los comportamientos inadecuados y, a la misma vez, transmitir determinadas enseñanzas y valores. Además, son una excelente alternativa para estimular la sensibilidad emocional de los más pequeños de casa, a la vez que se fomenta su creatividad y pensamiento abstracto. Razones de sobra para tener siempre a mano una fábula para contarles a los niños.

Si quieres conseguir que a los niños les encanten las fábulas, puedes crear un rincón de lectura con inspiración Montessori como este. Y cuanto acabes de contarles estas historias, puedes seguir con lecturas cortas para niños.

Fábulas para leer en familia con los niños

1. El congreso de los ratones

Había una vez una familia de ratones que vivía en la despensa de una casa. Eran felices, pero vivían con miedo de ser atacados por un enorme gato, de manera que nunca se atrevían a salir ya que sin importar que fuera de día o de noche ese terrible enemigo siempre les vigilaba. Un buen día decidieron poner fin al problema, por lo que celebraron una asamblea a petición del jefe de los ratones, que era el más viejo de todos. El jefe de los ratones dijo a los presentes:

– “Os he mandado reunir para que entre todos encontremos una solución. ¡No podemos vivir así!”.

– “¡Pido la palabra!”, dijo un ratoncillo muy atento.

– “Atemos un cascabel al gato, y así sabremos en todo momento por dónde anda”.

Tan interesante propuesta fue aceptada por todos los roedores entre grandes aplausos y felicidad. Con el cascabel estarían salvados, porque su campanilleo avisaría de la llegada del enemigo con el tiempo para ponerse a salvo.

– “¡Silencio!”, gritó el ratón jefe, para luego decir:

– “Queda pendiente una cuestión importante: ¿Quién de todos le pone el cascabel al gato?”.

Al oír esto, los ratoncitos se quedaron repentinamente callados, porque no podían contestar a aquella pregunta. Y corrieron de nuevo a sus cuevas, hambrientos y tristes.

Moraleja: Es más fácil proponer ideas que llevarlas a cabo.

2. El bobo y la grulla

Mientras un lobo se comía un hueso, se le atragantó en la garganta, y empezó a correr por todas partes en busca de ayuda. En su camino se encontró a una grulla y le pidió que le salvara de aquella situación y que le pagaría por ello. La grulla aceptó, introdujo su cabeza en la boca del lobo y sacó el hueso atravesado de la garganta. Entonces, le pidió su compensación al lobo, a lo que este le respondió:

– “Oye amiga, ¿no crees que es suficiente paga el haber sacado tu cabeza sana y salva de mi boca?”.

Moraleja: Nunca hagas favores a malvados, traficantes o corruptos, pues mucha paga tendrías si te dejan sano y salvo.

3. El caballo viejo

Un caballo que ya estaba muy mayor fue vendido por su amo a un molinero que lo empleó para que diera vueltas a la piedra de un viejo molino. El caballo no hacía otra cosa desde la mañana hasta la noche que girar y girar alrededor de aquella rueda, lo cual no solo le cansaba mucho sino que lo ponía muy triste. Y es que el viejo caballo recordaba lo veloz y famoso que había sido en sus años de juventud, en los que había vivido infinidad de aventuras y también cómo se burlaba de los otros caballos que eran más viejos y lentos que él.

Ahora viéndose en esta situación en la que pasaba sus días atado y dando vueltas a dicho molino, se arrepentía de aquella actitud que había tenido cuando era poderoso:

– “Después de las grandiosas vueltas que di en las carreras durante mi juventud, mira las vueltas que tengo que dar ahora. Este es un justo castigo por burlarme de aquellos a los que veía más débiles e inferiores”.

Moraleja: Mejor ser humilde cuando tienes poder, porque un día u otro lo has de perder.

4. El lobo con piel de oveja

Un lobo pensó un día cambiar su apariencia para así obtener comida de forma más fácil. Ni corto ni perezoso, se metió dentro de una piel de oveja y se fue a pastar con el rebaño, despistando totalmente al pastor. Al atardecer, fue llevado junto con todo el rebaño al granjero, donde le cerraron la puerta para que ningún lobo entrara a comerse a las ovejas. Sin embargo, en la noche, el pastor entró buscando la cena para el día siguiente, tomó al lobo y creyendo que era un cordero, lo sacrificó al instante.

Moraleja: Según hagamos el engaño, así recibiremos el daño.

10 fábulas cortas para niños

10 fábulas cortas para niñosFreepik

5. Las ranas pidiendo rey

Cansadas las ranas del propio desorden y anarquía en que vivían, mandaron una delegación a Zeus para que les enviara un rey. Zeus, atendiendo su petición, les envió un grueso leño a su charca. Espantadas las ranas por el ruido que hizo el leño al caer, se escondieron donde mejor pudieron. Por fin, viendo que el leño no se movía más, fueron saliendo a la superficie y dada la quietud que predominaba, empezaron a sentir tan grande desprecio por el nuevo rey, que brincaban sobre él y se le sentaban encima, burlándose sin descanso. Y así, sintiéndose humilladas por tener de monarca a un simple madero, volvieron donde Zeus, pidiéndole que les cambiara al rey, pues éste era demasiado tranquilo. Indignado Zeus, les mandó una activa serpiente de agua que, una a una, las atrapó y devoró a todas sin compasión.

Moraleja: A la hora de elegir los gobernantes, es mejor escoger a uno sencillo y honesto, en vez de a uno muy emprendedor pero malvado o corrupto.

6. La corneja fugitiva

Tras mucho tiempo intentando cazar a una corneja, un hombre consiguió al fin su premio. Para evitar que se escapara su tan codiciada pieza, le anudó un filo hilo a una de sus patas y se la llevó a su hijo como regalo. A pesar de que su pequeño dueño se desvivía por darle los mejores cuidados del mundo, la corneja no acababa de sentirse cómoda en su nuevo hogar. Una tarde, mientras el pequeño limpiaba la jaula que le servía como hogar, la corneja aprovecho que nadie la vigilaba para salir por la ventana y volar hacia el lugar en que estaba construido su nido.

Tan emocionada estaba por recobrar su libertad, que al posarse sobre su árbol, el hilo que colgaba de una de sus patas se enredó terriblemente en varias ramas. Al darse cuenta de la situación, comenzó a aletear con todas sus fuerzas, enredándose cada vez más. Prisionera en el lugar que tanto añoraba, dijo con resignación:

– “¡Que tonta he sido! Por culpa de querer vivir de nuevo en libertad, voy a terminar mis días en el árbol que me vio nacer”.

Moraleja: Cuanto más grande sea lo que deseamos, más grandes son los riesgos.

7. El perro, el gallo y la zorra

Hace muchísimos años, un perro y un gallo se pusieron de acuerdo para abandonar el triste lugar en el que vivían y viajar por todos los rincones del mundo. Cansados de caminar llegaron a un gran árbol, en el cual el gallo se encaramó a lo más alto para dormir más tranquilo y el perro se quedó recostado a los pies de tan magnífico tronco. Al otro día, como hacen todos los gallos, al ver la salida del sol, nuestro gallo se puso a cantar enérgicamente para anunciar la llegada de un nuevo día. Una zorra escuchó su canto y en un abrir y cerrar de ojos se plantó a los mismos pies del árbol.

Cuando vio al gallo encima, le gritó desde abajo que deseaba poder verle más de cerca y besar la cabeza del intérprete de tan encantadora melodía. Pero en vez de bajar, el gallo le pidió que le hiciera antes el favor de despertar al portero que había debajo del árbol. Antes de que la zorra pudiera decir nada, el perro se lanzó sobre ella y no le dejó nada más que el rabo.

Moraleja: Si no puedes vencer a un enemigo poderoso, busca a alguien más fuerte que quiera ayudarte.

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8. Las mulas y los ladrones

Dos mulas bien cargadas con paquetes andaban con dificultad por el camino. Una cargaba sacos con dinero y la otra llevaba granos. La mula que llevaba el dinero andaba con la cabeza erguida, como si supiera del valor de su carga, y movía de arriba abajo las campanas sonoras sujetadas a su cuello. Mientras tanto, su compañera seguía con el paso tranquilo y silencioso. De repente unos ladrones se precipitaron sobre ellas desde sus escondrijos, y en la riña con sus dueños, la mula que llevaba el dinero fue herida con una espada, y avariciosamente tomaron el dinero sin hacer caso del grano. La mula que había sido robada y herida se lamentó sus desgracias. La otra contestó:

– “Estoy en efecto muy contenta de que fui despreciada, pues no he perdido nada y tampoco me hicieron daño”.

Moraleja: La ostentación bulliciosa de la riqueza solo trae desventuras.

9. El viento del norte y el sol

El viento del norte y el sol disputaban sobre sus poderes, y para ver quién era el más fuerte decidieron conceder una palma al que despojara a un viajero de sus vestidos. El viento del norte empezó primero, sopló con violencia, pero el hombre apretó contra sí sus ropas, el viento del norte asaltó entonces con más fuerza, pero el hombre, molesto por el frío, se colocó otro vestido. El viento del norte, vencido, se lo entregó al sol. Este empezó a iluminar suavemente y el hombre se despojó de su segundo vestido, luego lentamente le envió sus rayos más ardientes, hasta que el hombre, no pudiendo resistir más el calor, se quitó sus ropas para ir a bañarse en el río vecino.

Moraleja: Es mucho más poderosa la persuasión que la violencia.

10. El lobo orgulloso y el león

Vagaba cierto día un lobo por lugares solitarios a la hora en que el sol se ponía en el horizonte, y, viendo su sombra bellamente alargada, exclamó:

– “¿Cómo me va a asustar el león con semejante talla que tengo? ¡Con treinta metros de largo, bien fácil me será convertirme en rey de los animales!”.

Y mientras soñaba con su orgullo, un poderoso león le cayó encima y empezó a devorarlo. Entonces el lobo, cambiando de opinión se dijo:

– “La presunción es causa de mi desgracia”.

Moraleja: Nunca valores tus virtudes por la apariencia con que las ven tus ojos, pues fácilmente te engañarás.

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