Salud

Abrazos, el alimento emocional indispensable para los niños

¿Cuánto abrazas al día?

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Abrazos niños
Jennifer Delgado

Jennifer DelgadoEducadora, psicóloga y psicopedagoga

Desde los primeros días de nacido, los niños necesitan sentir la cercanía y el amor de sus padres. Los abrazos son una forma de estrechar ese vínculo emocional, a la vez que les hacen sentirse más seguros y protegidos. El simple hecho de estrecharlos entre los brazos puede calmarles cuando están llorando, aliviar el malestar si están enfermos y ayudarles a liberar sus miedos y ansiedades.

¿Qué sucede cuando abrazamos a los niños?

Los abrazos no solo tienen un componente emocional sino también fisiológico. Cuando abrazamos a los niños se activan los corpúsculos de Pacini, unos receptores de presión que se localizan en su piel y que se comunican directamente con el nervio vago. En ese momento, el contacto físico les hace sentir bien ya que este nervio, que se conecta a su vez con las fibras nerviosas que terminan en los pares craneales, participa en la regulación de muchas de las funciones clave del organismo, como la frecuencia cardiaca y la presión sanguínea.

Los abrazos también estimulan la producción de dopamina a nivel cerebral, un neurotransmisor conocido como la hormona del placer que, en altas concentraciones, genera una sensación de satisfacción agradable capaz de reducir la tensión y el estrés. Asimismo, incrementan la producción de oxitocina, más conocida como la hormona del amor, la cual permite estrechar el vínculo emocional entre padres e hijos, a la vez que fortalece la confianza entre ambos.

Tres beneficios de abrazar a los niños

1. Fortalece su autoestima

La Organización Mundial de la Salud reconoce que los abrazos son una buena estrategia para fortalecer el vínculo afectivo con los más pequeños de casa y estimular su desarrollo emocional. De hecho, numerosos estudios han encontrado que el contacto físico durante los primeros meses de vida es fundamental para la formación del carácter, a la vez que influye en el desarrollo de la personalidad y sobre todo, en la consolidación de la autoestima y la autovaloración.

2. Contribuye a la formación de su imagen corporal

Los abrazos también contribuyen a la formación de la imagen corporal en los niños. Según una investigación realizada en el University College of London, esto se debe a que los abrazos proporcionan sensaciones táctiles que a su vez, generan una serie de señales propioceptivas a nivel cerebral, las cuales no solo crean vivencias agradables sino que también les ayuda a descubrir su cuerpo y a consolidar la imagen corporal que ya se han formado.

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3. Les ayuda a relajarse

Se ha demostrado que los abrazos tienen un enorme efecto relajante y tranquilizador que ayuda a paliar el llanto y reconforta a los niños. La explicación llega de la mano de un estudio realizado en el Advanced Telecommunications Research Institute International, en Kioto, en el que se encontró que los abrazos reducen de forma considerable los niveles de cortisol, la hormona del estrés. Ello explica por qué abrazar a los pequeños les ayuda además a aliviar el dolor y a conciliar el sueño más rápido.

¿Cuántos abrazos diarios necesitan los niños?

Virginia Satir, una psicoterapeuta familiar, afirma: Necesitamos 4 abrazos al día para sobrevivir, 8 abrazos para mantenernos y 12 abrazos para crecer. De esta manera, los niños necesitarían una media de 12 abrazos por día para crecer de forma saludable. Sin embargo, es importante tener en cuenta que se trata solo de una cifra aproximada, en realidad la cantidad de abrazos diarios que les damos a nuestros hijos no debería estar condicionada por un número en particular.

Los abrazos son una forma particularmente cercana de demostrarles a los niños nuestro cariño y amor hacia ellos, por lo que cuantas más veces les abracemos más estrecho será ese vínculo emocional. Puede que haya días en los que no les demos exactamente 8 o 12 abrazos, pero habrá otras ocasiones en las que quizá sobrepasemos esa cifra. Lo más importante no es la cantidad de abrazos en sí, sino el hecho de asegurarnos que reciban una dosis cotidiana de abrazos que les haga sentirse seguros y queridos.

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