Educación

El silencio como castigo: una forma de agresión infantil

El silencio como castigo, lejos de disciplinar, conlleva una falta de apego seguro y la destrucción de los vínculos afectivos

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Nuria Capdevila

Nuria CapdevilaMaestra y pedagoga

Son muchas las técnicas mediante las cuales podemos educar a nuestros hijos en valores, pero ninguna de ellas incluye el silencio como forma de castigo. De hecho, el silencio entendido como forma de castigo constituye una práctica dentro del maltrato infantil.

El Silencio: una agresión infantil con muchas consecuencias

En muchas ocasiones, hemos oído hablar del tratamiento del silencio, o tratamiento silencioso, aunque no siempre somos conscientes de lo que esta acción implica ni de las consecuencias.

El tratamiento silencioso hace referencia a una práctica psicológica pasivo-agresiva. Consiste en cortar todo tipo de comunicación con las víctimas (en este caso, con el niño), creando así una gran sensación de vacío y de desamparo. Además, esta acción va acompañada con otras actitudes, como la frialdad y el distanciamiento. Si esta actitud ya es dañina para los adultos, quienes han conseguido desarrollarse como personas, podemos hacernos una idea de las graves consecuencias que este comportamiento cuando la víctima se trata de un niño.

Falta de autoestima

Siempre que dejamos de lado a un niño y le retiramos la palabra, estamos causando una disminución en su autoestima. Los pensamientos de los niños difieren mucho de los adultos, por lo que es fácil ver a niños sentirse “poco útiles” o “poco merecedores” del amor paternal y maternal. Como consecuencia, estos niños acaban siendo adolescentes y adultos con graves dificultades en la toma de decisiones, así como a la hora de relacionarse con los demás.

Destrucción de apego seguro

Los niños, desde que nacen, siempre crean un apego seguro con sus padres. Además, si nos fijamos en la sociedad, en la edad adulta, seguimos con este apego que nos aporta confort en los momentos más complicados. Nos ofrece seguridad y sabemos que siempre va a haber alguien que nos va a escuchar, apoyar y comprender. Sin embargo, cuando se llevan a cabo situaciones de silencio con los niños, estos se sienten inseguros y desamparados, lo que afecta muchísimo a su desarrollo.

Sentimientos de culpabilidad infantil

Pese a que muchos adultos puedan pensar lo contrario, los niños tienen una gran tendencia a culparse por todo: sea cual sea la situación que se vive en la familia, es tendencia infantil pensar que ha sido por culpa de ellos y que no los quieren. Cuando aplicamos el silencio, sucede exactamente lo mismo. Así, resulta fácil comprender que un niño sometido a estas prácticas acabará por desarrollar una grave falta de confianza en sí mismo y nunca se creerá merecedor de cuanto consiga en la vida.

¿Por qué el castigo debe ser la última medida disciplinaria?

Dadas las consecuencias que estas prácticas abusivas tienen en el desarrollo infantil, deben ser eliminadas de cualquier método o tipo de crianza por el que opte la familia. El castigo implica, directamente, hacer sentir al niño inseguro y esto es, básicamente, lo que se considera maltrato infantil. En este sentido, pues, el castigo debe ser la última medida disciplinaria que se aplique y siempre debe hacerse desde un punto de vista productivo y afectivo: podemos castigar a los niños, retirándoles ciertos privilegios, pero nunca alejándolos de la familia. La incomunicación que supone el tratamiento del silencio es, pues, una práctica considerada abusiva y, por ende, nunca debería ser empleada.

silencio maltrato

¿Puede ser el silencio positivo?

Hay ciertos momentos en los que el silencio sí puede ser positivo. Por ejemplo, cuando estamos muy estresados y sabemos que podemos decir algo hiriente a los pequeños (o a cualquier persona con la que compartamos nuestra vida). Sin embargo, en estas situaciones se debe transmitir a la otra persona nuestro estado, quien lo comprenderá y nos dejará el espacio que necesitemos para serenarnos. Y, los niños, no son diferentes en este aspecto. La mayoría de ellos son capaces de comprender, más de lo que nos podemos llegar a imaginar, las necesidades y emociones de sus progenitores.

Otra situación en la que el silencio es considerado como productivo es cuando este se da en una conversación, ya sea para dejar tiempo a la hora persona para que exprese sus puntos de vista o a la hora de reflexionar antes de contestar. Sin embargo, tal y como hemos dicho anteriormente, esta situación se lleva a cabo en un entorno poco hostil, por lo que se comprende y no suele ser considerada como tratamiento de silencio.

Sea como sea, en ambos casos, el silencio puede ser positivo siempre que se dé en un entorno de confianza y en un marco de seguridad.

Los niños necesitan comunicación

A la hora de establecer límites, los niños necesitan comunicación abierta con sus padres: deben conocer exactamente los límites que se les imponen, así como sus consecuencias.

En el caso de la expresión de las emociones, los niños necesitan verbalizarlas y el apoyo de los padres a la hora de aprender a gestionarlas. Siempre se deben validar las emociones infantiles, pues nunca tienen menos valor que las de un adulto. No se trata de estar siempre de acuerdo con ellas y, por este motivo, la comunicación es esencial. Pero, sí deben tenerse en cuenta y dejar que el niño se exprese.

Por último, es importante recalcar que los casos de ansiedad y depresión infantil han aumentado considerablemente en los últimos años. Parte de este aumento, se debe a la falta de comunicación con aquellas personas que representan los pilares de sus vidas. En este caso, no estamos haciendo referencia explícita al silencio, sino que la sociedad actual nos deja muy poco tiempo para dedicarnos a la educación y crianza de nuestros hijos tal y como nos gustaría. Evitar estas situaciones depende, exclusivamente, de los padres: debemos hacer un esfuerzo para encontrar tiempo con nuestros hijos y, aunque sea poco, este debe ser de calidad.

El tratamiento del silencio se considera una práctica agresiva y abusiva, con graves consecuencias psicológicas. Dadas las necesidades afectivas de los niños, estas situaciones causan muchos estragos en su desarrollo, por lo que deben ser evitadas por completo. No hay justificación alguna para retirar la palabra a un niño. Recordemos que, los niños son niños.

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