Cambia de estrategia: ¡los gritos se pueden acabar con solo 3 palabras!
Gritar a los niños es una acción que, lejos de acercarnos a ellos, les crea inseguridad y destruye su autoestima
Referencias científicas
Este artículo tiene referencias científicas citadas más abajo
No nos engañemos: todos hemos perdido la paciencia más de una vez con los niños. Pese a que es algo que intentamos evitar a toda cosa, lo cierto es que puede ser tarea hercúlea en más de una ocasión. Sin embargo, si tenemos una cosa clara, todo puede cambiar: gritar a los niños es una técnica que nunca va a funcionar. Los niños no gritan por desafiarnos abiertamente, sino porque aún no son capaces de gestionar sus emociones. Por ello, lo último que debemos hacer es tomarnos estas reacciones de modo personal y desestabilizarles con nuestros gritos.
Consecuencias de los gritos en el desarrollo infantil
De acuerdo con Joseph Shrand, instructor de psiquiatría de la Escuela de Medicina de Harvard, los niños a los que se les grita, escuchan y entienden mucho menos lo que se les está diciendo. ¿Por qué? Pues porque cuando el cerebro de un niño percibe gritos, su cerebro activa el sistema límbico y este puede generar dos respuestas: de huida o de lucha. En cualquiera de los casos, no vamos a conseguir nada actuando de este modo. O los niños se van a alejar de nosotros (desconectando como reacción de huida) o van a desafiarnos mucho más (reacción de lucha). Entonces, ¿qué podemos hacer cuando nuestros hijos se ponen imposibles con algo?
Tres palabras que ayudan mucho: ¿Te puedo ayudar?
La comunicación activa siempre es la herramienta más adecuada a la hora de lidiar con las rabietas y los berrinches de los niños. Sin embargo, en los momentos más explosivos, hay tres simples palabras que lo van a cambiar todo: “¿Te puedo ayudar?”.
Esta frase es de lo más efectiva a la hora de calmar a un niño: por un lado, estamos rompiendo con el bucle de nervios y gritos. Y, por el otro, les ofrecemos nuestra ayuda, ya sea para finalizar con éxito una tarea que le causa frustración o para gestionar sus emociones. Así, cuando nuestro hijo empiece a gritar, debemos contrarrestar esta reacción con un simple y calmado “¿Te puedo ayudar?”.
Además de usar estas tres simples palabras (que veréis que funcionan muy bien), hay otras técnicas que podéis usar antes de gritar a vuestros hijos. Son igual de efectivas y, con ellas, os ahorraréis una gran cantidad de momentos “desagradables”. Así mismo, conseguiréis mejorar la relación con vuestros hijos, potenciaréis su responsabilidad y les estaréis dando herramientas de lo más valiosas con las que empezar a gestionar sus emociones.
¿Qué más podemos hacer en vez de gritar a los niños?
Contrarrestar cualquier actitud negativista o desafiante en un niño puede ser complicado si no somos capaces de gestionar, en primer lugar, nuestras propias emociones. ¿Le podemos pedir a un niño que se calme cuando la petición va acompañada de gritos? En estos momentos, inevitables en la crianza, lo mejor que podemos hacer es retirarnos a un espacio en el que podamos estar solos, aunque sea solo por un minuto, y respirar. Hacer respiraciones conscientes nos permitirá recuperar la calma y poder dirigirnos al niño desde la asertividad.
Háblale como a un igual
A la hora de dirigirnos a un niño, y para que la comunicación sea efectiva, debemos hacerlo como lo haríamos con cualquier otra persona. Cuando hablamos con nuestra pareja o amigos, ¿hay una gran diferencia de altura, por ejemplo? ¿Están ellos por encima de nosotros? Pues tampoco debería suceder esto con los niños: sentarnos con ellos, o agacharnos, nos permite estar a su mismo nivel y establecer un buen contacto visual. De este modo, evitaremos que se pongan a la defensiva de buenas a primeras (desafiando la autoridad) y captaremos su atención rápidamente.
Ponte en su lugar: demuestra empatía y aplica la comunicación activa
Una vez tengamos la atención del niño, resulta fundamental mostrar empatía: debemos hacerle comprender que le entendemos y que estamos abiertos a escucharle. Dejar que se exprese y no cortarle cuando nos hable es crucial, pues es la base de una comunicación activa. No conseguiremos nada si no hay esta comunicación en la que se puedan “analizar” los hechos y establecer límites.
Recordad que los niños suelen aceptar mejor las normas y los límites cuando los entienden y son partícipes de ello. Dadles un momento para que se expresen, explicarles por qué algo no es correcto, hacedles entender que su comportamiento no es el apropiado y estableced límites para la siguiente vez.
Cuando esta conducta se repite, ya se han establecido los límites y las consecuencias y el niño repite, debemos actuar. Pero, desde el amor y la empatía. Recordarles a los niños que esto ya se había hablado, que se habían establecido unos límites y unas consecuencias y que, ahora, estas se deben aplicar es mucho más efectivo que llevar a cabo un castigo directo. Una vez más, con ello, solo estaremos propiciando el alejamiento de los niños.
Valida sus emociones
Por último, debemos validar las emociones de los niños, pues son igual de importantes que las nuestras o cualquier otro miembro de la familia. Debemos comprender cómo se sienten y hacerles ver que les entendemos. Sin embargo, también deben comprender que su comportamiento no ha sido el adecuado. O que una situación no se soluciona con gritos y frustración. Con esta validación de sus emociones, no solamente potenciamos la gestión emocional de los pequeños, sino que también estamos actuando como ejemplo de empatía.
Si tenemos en cuenta que los niños aprenden por imitación y que somos su espejo, ¿qué nos hace pensar que gritándoles vamos a conseguir una reacción positiva en ellos? Mostrarles calma, seguridad y hablarles de un modo asertivo es lo que conseguirá que el niño (al mirarse al espejo) se calme y se abra una comunicación fluida.
Comentarios
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Los niños son un material muy maleable en las manos de los adultos, sin embargo, muchos adultos se resisten a actuar de otra manera que no sea lo que sus patrones establecidos le determinen. Aunque esto vaya contra toda lógica o sentido común. QUE TRISTEZA.
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