Familia

¿Quieres niños perfectos? Entonces crecerán sumidos en la tristeza

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Mª José Roldán

Mª José RoldánMaestra y Psicopedagoga

La sociedad exigente de hoy en día quiere que las personas sean perfectas y por culpa de insistir tanto en ello, se crean desigualdades sociales difíciles de suplir. No existe perfección alguna puesto que la verdad perfección se centra en la imperfección de las personas. Somos imperfectos y esos nos hace únicos y maravillosos. Los hijos “perfectos” no saben qué es la felicidad porque no les han permitido experimentarla.

Los hijos “perfectos” temen cometer errores por las consecuencias que puedan tener, no tienen libertad para ser ellos mismos y a través de una forzada dependencia emocional, solo buscan el reconocimiento adulto para sentirse bien consigo mismos. Un reconocimiento que proviene de un adulto de referencia, habitualmente estricto y exigente.

La tristeza de la perfección

Cuando se intenta que los niños sean perfectos no se estará criando a un niño feliz que tendrá éxito en el futuro… Se estará criando a un niño inseguro, con miedos y baja autoestima que tendrá relaciones tóxicas por culpa de su dependencia emocional y además, no tendrá éxito en su futuro por uno de estos dos motivos: porque solo buscará reconocimiento externo o porque se cansará de ser siempre “perfecto” y se rebelará contra un sistema que siente como opresor.

Cuando se exige demasiado a los niños afecta a su desarrollo, incluso a su estructura cerebral…  se les prohíbe disfrutar y ser felices a cambio de una perfección que en realidad no existe.

¿Demasiado esfuerzo?

Todos sabemos que en la vida es necesario el esfuerzo para conseguir las cosas, para que los niños (y adultos) entiendan el valor de las cosas. Pero, ¿qué ocurre cuando el esfuerzo se lleva al límite? ¿Cuándo lo único que importa es esforzarse cada vez más sin importar el camino y solo fijándose en los resultados? Que la desesperación, la ansiedad y la tristeza más profunda se albergan en el corazón de ese niño que solo quiere ser feliz pero que se siente encerrado en una jaula sin salida.

Comienza a sentir indefensión aprendida, piensa que no merece tanto esfuerzo porque no servirá de nada. A un niño que saca un 8 en un examen y sus padres le exigen que luche por el 10, no sentirá la satisfacción de disfrutar de esa buena nota que ha conseguido gracias a su esfuerzo. Solo sentirá tristeza porque no ha llegado al máximo… ¡esto es un gran error! Los padres deberán alabar el esfuerzo realizado por ese niño y saber que va por buen camino.

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Educar para, ¿el futuro?

Esta sociedad quiere que los niños se conviertan en adultos exitosos, pero cuando solo se tiene esto en mente se olvida de lo más importante: el presente. La felicidad de los niños reside en el presente, en el esfuerzo de hoy, en el camino que le conduce a sus metas… Entonces, es necesario disfrutar la vida HOY pensando en el mañana, pero sin obsesionarnos con él. No sacrifiques la infancia inocente de tu hijo buscando la perfección. ¡Los niños necesitan ser imperfectos!

Necesitan descubrirse, explorar, equivocarse y aprender de los errores, necesitan saber qué les gusta y qué no, necesitan, ¡ser ellos mismos! Y eso solo se consigue dejándoles SER ellos mismos… cada día.

En lugar de ser un padre exigente, ¡comprende a tu hijo!

Es importante educar a los hijos a través del esfuerzo, a través de la exigencia… ¡esto es bueno para ellos! Pero siempre y cuando sepas que hay un límite que no puedes sobrepasar. Si exiges demasiado a tus hijos solo conseguirás: dependencia emocional, pasividad, falta de emociones, apatía, baja autoestima, indefensión aprendida, frustración, rencor hacia a ti, malestar, problemas de salud (a causa del estrés y la ansiedad… ¡cuerpo y mente están conectados!), etc.

En lugar de centrarte en la perfección que solo hará que tu hijo sea infeliz, céntrate en él. Comprende sus emociones, sus inquietudes, lo que le gusta y lo que no. No le impongas, permite que sea él quien te enseñe las cosas. Permite que cometa errores y que entienda que no son sus enemigos, ¡si no sus maestros!

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