No quiero ser la misma persona que era antes de ser madre
Ser madre cambia la vida (y ser padre también). Cualquiera que tenga hijos lo sabe. Sabe que llega un momento en que el pensamiento y el sentir cambia por completo. Ya nada es lo que era, ni se pretende que lo sea. La maternidad está llena de regalos que te harán cambiar por dentro, que te permitirán conocer otros niveles de amor, tener otras experiencias y aprender mucho de tus pequeños hijos.
Cuando te conviertes en madre hay cosas que antes te preocupaban y que ahora, simplemente, dejaron de tener importancia. Te das cuenta de que lo que realmente importa no son esas amistades tóxicas o si alguien te dice algo malsonante… hay cosas que comienzan a darte igual porque ya no eres la misma persona que eras antes de ser madre, ni pretendes serlo.
La mujer de antes
La mujer de antes no es la madre que eres ahora. Tenías un estilo y un ritmo de vida diferente, sin horarios estructurados y pensando siempre en lo que te apetecía hacer en cada momento. Aunque tu estabilidad te preocupaba no era algo importante… porque podías tomar decisiones sin pensar en más allá que en ti. Ahora que eres madre, todas las decisiones que tienes tendrán un gran peso porque no solo influyen en tu persona… ¡tus hijos dependen directamente de cualquier decisión que tomes cada día! Ahora piensas con mucho más detenimiento lo que haces, lo que dices y lo que decides.
Antes no tenías que planificar un viaje tanto, podías salir de casa rápidamente sin mucho tiempo disponible… Ahora es raro el día que no llegas tarde, ¡pero te da igual! Porque tus hijos te necesitan y a veces, hay muchas cosas que hacer antes de salir por la puerta, como volver a cambiar un pañal.
La mujer de antes se acostaba tarde y no le importaba trasnochar, porque sabía que al día siguiente tendría algo de tiempo para poder descansar. No había nada ni nadie que se interpusiera en sus planes, fuesen cuales fuesen.
La madre de ahora
La madre de ahora recuerda con nostalgia a la mujer que era antes. La recuerda pero no la echa de menos. Sabe que la vida tiene diferentes etapas y que cada una de ellas es importante, pero la de ahora, es la más importante de toda su vida (de todas? dudo). Una mujer cuando se convierte en madre sabe que tiene que hacer el papel más importante del planeta: ser mamá.
Ahora tus hijos te roban toda la libertad pero lo que quieres cada día es estar con ellos, por lo que no te importa en absoluto. Tienes una rutina mucho más estructurada y haces algo que quizá antes nunca imaginaste: madrugar todos los días. Sabes la importancia que tiene levantarte antes de que lo hagan los demás en casa, ¡y lo haces! Porque tienes que aprovechar el tiempo al máximo.
Tienes tu día planificado para poder llegar a todo y al mismo tiempo, poder atender las necesidades que tus hijos tienen. También sacas tiempo para dedicártelo a ti y a los demás. Es cierto que a veces sientes que estás muy agotada, ¡y es normal! La carga mental, física y emocional puede ser abrumadora… pero eso te ayuda a darte cuenta de lo capaz que eres para poder hacer muchas cosas al mismo tiempo, ¡y no dejar ninguna a mitad! Además, también te cuidas porque sabes que es importante hacerlo para cuidar a tus hijos. A veces pareces egoísta, pero no lo eres, simplemente es que tus prioridades han cambiado.
Eres capaz de apreciar las cosas sencillas de la vida, porque te has dado cuenta de que en los pequeños detalles (en familia) reside la auténtica felicidad. Tus hijos te hacen sonreír cada día, y aunque a veces te tengas que enfadar… ellos son el motor de tu vida, son tu fuerza y tu bienestar. Ahora, no sabes cómo podías vivir antes de ser madre, ¡porque tus hijos son tu razón de existir! Ahora conoces el amor verdadero y ese es motivo más que suficiente para no volver a ser la de antes, jamás.
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