Beth Thomas, la historia de abusos tras la “niña psicópata”
Referencias científicas
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¿Conoces el caso de Beth Thomas? Más conocida como la “niña psicópata”, tenía tan solo 6 años cuando su impávida y fría mirada impactó a medio mundo. Su caso ganó eco a través del documental de los años 90 “Child of rage” en el que Beth narraba en primera persona su intención de asesinar a su hermano menor, por qué quería matar a sus padres y los motivos por los que había robado unos cuchillos de la cocina de su hogar.
Diagnosticada con el trastorno de apego reactivo, una condición rara en la que los niños no logran establecer vínculos saludables con sus padres o cuidadores, la pequeña comenzó a mostrar comportamientos psicopáticos desde una edad muy temprana. Sin embargo, estas conductas no eran consecuencia de una mente malvada o un cerebro dañado sino de una historia de abusos, maltratos y abandono.
La historia de Beth Thomas, una infancia marcada por el abuso
Beth era una bebé “normal”. Su madre falleció cuando tenía un año y, junto a su hermano Jonathan, quedó bajo el cuidado de su padre biológico. Al cabo de un tiempo, ambos presentaban signos de haber sido maltratados y vivían en condiciones de total abandono. Jonathan vivía recostado en una cuna, rodeado de orina y pañales sucios y tenía la cabeza deformada por pasar mucho tiempo en la misma posición. Beth presentaba marcas de abuso sexual y a veces, solo tenía una caja de cereales para comer.
El estado de salud de ambos hermanos era tan alarmante que los servicios sociales debieron intervenir y rescataron a los menores. Poco después, fueron dados en adopción a una pareja que llevaba 12 años de matrimonio. La pareja estaba muy feliz por la llegada de los niños y se deshacían en mimos. Según refirieron, no conocían el pasado de abandono y maltrato que habían sufrido.
Todo parecía cobrar forma cuando Beth, quien solo tenía seis años, comenzó a mostrar conductas agresivas y sexuales que afectaban a toda la familia, desde su hermano y padres adoptivos hasta las mascotas. Sus arrebatos violentos estaban dirigidos sobre todo a Jonathan, quien en una ocasión debió ser hospitalizado luego de que Beth intentara quitarle la vida golpeando repetidamente su cabeza contra el suelo de cemento. “Pensaba matarlo”, confesó fríamente Beth al recordar el episodio.
En otras ocasiones, la niña esperaba que cayera la noche e iba a la habitación de su hermano para golpearlo en el estómago, le clavaba alfileres para hacerle sufrir y lo acosaba sexualmente. Sin embargo, lo más alucinante es que no escondía los hechos sino que los narraba con una gran naturalidad. La situación llevó a los padres a colocar un pestillo en la habitación de la pequeña para evitar que pudiese escabullirse a la habitación del hermano y hacerle daño.
Sin embargo, Beth no sol quería asesinar a su hermano sino también a sus padres adoptivos. En una ocasión, su madre descubrió que faltaban varios cuchillos en la cocina, para evitar un conflicto decidió no comentar su desaparición. Varias semanas después, Beth le preguntó “¿Cómo son los cuchillos que te faltan, mamá?” La madre le preguntó de qué cuchillos hablaba y Beth le respondió con una sonrisa maliciosa: “¿No eran así plateados y largos?” Su propósito era matar a sus padres junto a su hermano, según admitió con sinceridad.
Esta conducta violenta llevó a la niña a asesinar a unos pájaros y torturar a otros animales en casa. Además, tenía comportamientos destructivos que la llevaron a autolesionarse al tiempo que manifestaba una conducta sexual fuera de lugar que la incitaba a masturbarse casi a diario en sitios poco adecuados e incluso, llegó a lastimarse a sí misma. También solía tener pesadillas en las que un hombre le caía encima y la lastimaba.
Preocupados por la situación, sus padres adoptivos intentaron ayudar a Beth de distintas maneras y la llevaron a diferentes especialistas. Las agresiones eran ya insostenibles al punto de que era imposible convivir en casa. Así, conocieron a un terapeuta clínico especializado en niños maltratados y víctimas de graves abusos. El psicólogo trabajaba con pequeños que no eran capaces de aceptar el amor, establecer lazos afectivos con otras personas y que a veces, llegaban a herir o incluso, asesinar sin remordimientos.
Parte de las sesiones de Beth con este terapeuta fueron grabadas y formaron parte del documental exhibido años después en la televisión estadounidense. Beth fue diagnosticada con un trastorno de apego y se trasladó a una residencia especializada en niños con este problema. Su terapia consistía en imponerle restricciones extremas, enseñarle a diferenciar entre lo bueno y lo malo, estimular su interacción con animales y otras personas y hacerle notar el valor que tenía como persona.
Al cabo de un tiempo, Beth empezó a cambiar. Reía e interactuaba con quienes la rodeaban, le daba de comer a los animales de la granja y hasta abrazaba a su terapeuta. Entonces, pudo asistir a la escuela, hizo amigos en la iglesia y hasta formó parte de un coro. Beth no volvió a ser noticia en los medios, logró superar sus traumas infantiles y estudió enfermería en la Universidad de Colorado.
Actualmente, dedica su vida a ayudar a familias y niños con trastorno de apego reactivo y en 2007 publicó un libro “Más que un hilo de esperanza”, en el que cuenta su propia historia para ofrecer una luz al final del túnel a aquellos que sufren este trastorno o tienen familiares que lo viven. En 2010 ganó el premio a la Enfermera del Año en Mountain West, un homenaje a su dedicación y empeño en su trabajo diario.
Lo que una infancia de abusos y maltratos puede hacer con la mente de un niño
El caso de Beth Thomas es un excelente ejemplo para reflexionar sobre el impacto que el maltrato, el abandono o el abuso infantil puede tener en la mente y el desarrollo de un niño. Se trata de un caso extremo, en el que los abusos a una edad temprana estimularon la aparición de un comportamiento psicopático, agresivo y dieron rienda suelta a la ira contenida en esta niña. Afortunadamente, este no es el resultado en todos los casos de maltrato infantil, pero lo cierto es que sus huellas nunca pasan desapercibidas.
Ansiedad, depresión, alteraciones emocionales, miedos nocturnos, agresividad, trastornos del sueño, comportamiento rebelde, falta de autoestima, problemas para relacionarse con los demás, déficit cognitivo, bajo rendimiento escolar o adicciones son solo algunas de las manifestaciones más comunes que pueden experimentar los niños víctimas de abuso y maltratos en la infancia. Lo peor es que, muchas veces, estos pequeños no pueden superarlo y viven toda su vida con esta carga emocional a sus espaldas.
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