Educación

‘Mis padres me pegan lo normal’: La terrible normalización de la violencia infantil

La violencia NO es educación

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Violencia infantil
Jennifer Delgado

Jennifer DelgadoEducadora, psicóloga y psicopedagoga

Cada vez hay más niños víctimas del maltrato físico. Según datos de la Unicef, en países como Chile, el 71% de los niños han sido maltratado en alguna ocasión, una realidad muy similar a la que viven los niños de Paraguay, donde el número de víctimas asciende al 61%, o los de Argentina, donde el 46,4% de los padres utiliza el castigo físico para educar a sus hijos.

En España la situación no es más esperanzadora. Solo en 2015 la cifra de niños maltratados aumentó un 3%, la mayoría de los casos a manos de sus padres. No obstante, más allá de las estadísticas, lo peor del maltrato infantil son los severos daños que puede provocar, sobre todo cuando los niños asumen que se trata de un comportamiento normal.

Las consecuencias del maltrato infantil normalizado

La violencia infantil es un problema más complicado de lo que puede parecer a simple vista, sobre todo cuando los niños creen que merecen ser castigados por no estar a la altura de lo que sus padres esperan de ellos. Obviamente, las consecuencias más evidentes son los daños físicos que en algunos casos pueden dejar secuelas que afectan la salud del pequeño a largo plazo. Sin embargo, estar expuestos constantemente a los castigos físicos también puede provocar alteraciones psicológicas que son muy difíciles de eliminar. Ello explica por qué muchos de los niños que han sido víctimas del maltrato se convierten en personas inseguras, con una baja autoestima y que no confían en sí mismas.

El maltrato infantil también afecta el desarrollo emocional de los pequeños, haciendo que se sientan tristes, abandonados y solos la mayor parte del tiempo. En muchos casos los niños tienen dificultades para establecer relaciones interpersonales asertivas, muestran una capacidad muy limitada para resolver conflictos y desarrollan una visión pesimista del mundo, lo cual termina afectando su integración en los diferentes contextos. Además, se ha demostrado que la violencia infantil puede convertirse en un factor de riesgo para la aparición de algunas alteraciones psicológicas como los trastornos de la personalidad y de la conducta.

Maltrato infantil normalizado

De hecho, un estudio realizado en la Universidad de New Hampshire, en Estados Unidos, encontró que los niños que son castigados físicamente muestran un cociente intelectual más bajo, en comparación con los pequeños que nunca han sufrido maltrato. Los expertos aseguran que incluso el castigo físico leve, si se aplica con frecuencia, puede afectar el desarrollo cognitivo de los niños.

Lo peor es que mientras más expuestos están los pequeños a la violencia, más normal la consideran, lo cual termina propiciando comportamientos agresivos y desadaptativos. Así lo ha demostrado una investigación realizada en niños españoles, con edades comprendidas entre los 8 y 12 años, a quienes se les aplicó un cuestionario sobre su exposición a la violencia al inicio del estudio y seis meses más tarde.

Los resultados mostraron que los niños que habían afirmado en el primer cuestionario ser víctimas de comportamientos violentos, mostraron señales de haberse convertido en personas más violentas en la segunda prueba. Además, mientras más tiempo había transcurrido desde la experiencia violenta, mayor era la agresividad que expresaban los pequeños.

Rompe con la normalización de la violencia infantil: Pegar a un niño no es la solución

La violencia solo engendra más violencia. Por tanto, si educas a un niño recurriendo al maltrato físico, asumirá que esa es la única forma para solucionar los problemas y cada vez que se encuentre ante un conflicto apelará a la violencia porque no sabrá resolverlo de otra manera. A la larga, es probable que también se convierta en una persona agresiva e incapaz de ponerse en el lugar de los demás. Caso contrario, será un niño tímido y sumiso, que no sabe defender sus derechos y hacer valer sus ideas.

Para evitar que esto ocurra la única solución es apostar por una educación realmente desarrolladora, en la que la comunicación ocupe un papel primordial y donde le enseñes a superar sus errores a través de la comunicación asertiva. La violencia nunca debe ser la solución.

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