Educación

La disciplina sin gritar: claves para conseguirlo

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disciplina sin gritar
Mª José Roldán

Mª José RoldánMaestra y Psicopedagoga

Los gritos no educan, solo generan resentimiento en los corazones de los más pequeños. A veces parece que la única manera de lograr que los niños escuchen o hagan caso es gritándoles… Pero nada más lejos de la realidad. Gritar a los niños solo muestra la incapacidad de autocontrol y enseña que ellos también pueden descontrolarse y gritar de malos modos cuando lo necesiten. Es imprescindible aprender a impartir una disciplina sin gritar y disfrutar de una mejor salud emocional familiar y que además, los niños se comporten mejor.

Los gritos en casa

Si los gritos son tu principal forma de disciplina en casa estarás disminuyendo la sensación de seguridad y la autoestima de tus hijos. Si solo gritas en ocasiones por ejemplo, para salvaguardar la seguridad de tu hijo porque se puede hacer daño, entonces no le estarás dañando. Aún y así no es una buena estrategia el gritar para conseguir un buen comportamiento.

Gritar hace que los niños sientan miedo porque se activa emocionalmente el disparador de estrés ‘lucha o huida’ de un niño sin entender muy bien qué es lo que está sucediendo. Si se grita a un niño detiene automáticamente el procesamiento de información y si quieres que aprenda que un comportamiento es inadecuado, necesitarás que sea capaz de entender qué es lo que le estás diciendo… Y con gritos, esto no es posible.

Cuando los padres levantan la voz, todo lo que se les está enseñando a los niños es a hacer lo mismo cuando se sientan molestos. Si tú golpeas, tus hijos golean, si gritas, gritan… Si estás tranquilo/a, ellos también aprenderán a mantener la calma.

A veces es normal perder la calma

Nadie tiene un botón para desactivar el estado de nervios que puedes sentir según algunos desencadenantes. De hecho, incluso los padres más zen del mundo pueden perder la paciencia a veces. Lo importante cuando esto ocurre es pedir SIEMPRE perdón a los hijos y admitir que se deberían haber manejado las cosas de otra manera. Los padres no pueden predicar que está bien cometer errores abandonando los suyos propios al no pedir disculpas.

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Es necesario aprender a identificar cuáles son las situaciones que hacen que grites más a menudo, así podrás planificar por adelantado cómo reaccionar y manejar tus emociones con mayor control en cada momento. ¿Te faltan soluciones? No pierdas detalle.

Cuidado con las luchas de poder

Los niños pueden pensar que si lloran y gritan, quizá cedas a sus pretensiones. A medida que su demanda se intensifica se crea una batalla de voluntades en toda regla, se pierde el control y todos acaban gritando y con un gran descontrol emocional. Los niños saben cómo hacer que te sientas impotente y cuando gritas perdiendo el control la lucha de poder es una competición para ver quién gana en ese momento. No es buena idea, no hay que inculcar a los hijos que los gritos es un concurso que alguien gana y otro pierde… Ellos deben saber que tú estás al mando incluso cuando estás tranquilo/a.

Dar alternativas

Es necesario no gritar para que una lucha de poder no se convierta en una guerra campal. Es importante hacer un esfuerzo consciente para salir del modo lucha. En lugar de ganar o perder esa batalla con tu hijo, intenta trabajar juntos para encontrar la mejor solución. Se pueden buscar opciones y alternativas para encontrar el bien común, así ambos podréis tener el control sobre la situación sin desbordar las emociones. Si esto no funciona, siempre se puede desviar la tensión con algo de humor. 

No digas las cosas mil veces

No es necesario que repitas las cosas mil veces ni tampoco que les regañes hasta la saciedad gritándoles. Simplemente diles las cosas una vez y advierte que no habrán más recordatorios. Por ejemplo puedes decirle cosas como: ‘Nos vamos en 10 minutos, así que estate vestido y listo en ese tiempo’. Después, si tienen que ir a la escuela en pijama… Ya les habrás avisado y la próxima vez seguro que se vestirá en el tiempo acordado. 

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