Educación

Atención Temprana: Los signos que revelan un trastorno del desarrollo según la edad

¿Cómo saber si un niño necesita Atención Temprana?

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Atención Temprana
Jennifer Delgado

Jennifer DelgadoEducadora, psicóloga y psicopedagoga

Los primeros años de vida del niño son esenciales para la adquisición de las habilidades y competencias que le permitan desarrollar el control postural, la autonomía, el lenguaje y la interacción social. Esa evolución está indisolublemente ligada al proceso de maduración del sistema nervioso, pero un entorno enriquecido que tenga en cuenta las características y necesidades del niño es esencial para potenciar ese desarrollo.

De hecho, durante esos primeros años el cerebro infantil tiene una enorme plasticidad. Eso significa que es más vulnerable a las condiciones adversas y que estas pueden provocar alteraciones con más facilidad, pero también que responde muy bien a la estimulación desarrollando rápidamente nuevas vías neuronales que sustenten el desarrollo. Por esa razón, la evolución de los niños que padecen alteraciones en su desarrollo dependerá en gran medida del momento en que se detecte el problema y se aplique un plan de Atención Temprana.

¿Qué es exactamente la Atención Temprana?

La Atención Temprana son todas las intervenciones enfocadas en los niños de hasta 6 años de edad, su familia y al entorno con el objetivo de compensar lo más pronto posible las necesidades especiales que pueden surgir de los trastornos del desarrollo. Esas intervenciones se enfocan tanto en los niños que padecen problemas del desarrollo diagnosticados como en aquellos que, por sus características, se consideran un grupo de riesgo, de manera que no solo tienen un carácter corrector sino también preventivo.

¿Cómo se aplica la Atención Temprana?

La Atención Temprana corre a cargo de un equipo multidisciplinar formado por psicólogos, pedagogos, médicos, logopedas, fisioterapeutas, trabajadores sociales, maestros y fisioterapeutas. En un primer momento el equipo evalúa al niño y entra en contacto con la familia para comprender mejor sus necesidades individuales.

Esos profesionales tienen diferentes formaciones de origen, pero también deben contar con una formación común especializada en la primera infancia con necesidades educativas especiales. O sea, deben haberse formado con cursos de educación infantil u obtener una formación más especializada como la que ofrece el Máster en Atención Temprana de Euroinnova.

Este tipo de programas brinda a los profesionales las herramientas teóricas y prácticas que necesitan para abordar las necesidades especiales del niño y su familia. Les permiten profundizar en los diferentes trastornos del desarrollo y dominar las técnicas de diagnóstico y evaluación. También se preparan para planificar y realizar las intervenciones en los diferentes ámbitos de actuación de la Atención Temprana.

De hecho, tras elaborar el programa de intervención personalizado, este se implementa a través de sesiones de estimulación que suelen estar a cargo de un solo profesional, aunque según las necesidades del niño y su familia, pueden involucrarse varios profesionales que trabajan de manera conjunta en áreas diferentes. De hecho, no es raro que un niño necesite sesiones de fisioterapia y de logopedia, por ejemplo.

En todo ese proceso, la familia desempeña un rol esencial. Los padres no solo son una valiosísima fuente de información para los profesionales pues pueden explicar los gustos y la personalidad del niño, así como ayudarles a comunicarse con este, sino que también pueden implementar algunos ejercicios de estimulación temprana en casa para fomentar aún más el desarrollo infantil. De hecho, un estudio belga concluyó que la eficacia de los programas de Atención Temprana es mayor cuando los padres se involucran en las actividades.

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Los signos de alarma que indican que un niño necesita Atención Temprana

Los trastornos del desarrollo son una desviación significativa del “curso” que se considera normal para la edad. Algunos retrasos en el desarrollo se compensan de manera espontánea, de manera que no es necesario intervenir, pero en otros casos hay que acudir a un equipo multidisciplinar.

Existen algunos signos de alarma a los que los padres deben prestar especial atención porque podrían indicar un retraso en el desarrollo infantil, según la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria:

  • Si durante el primer mes el bebé no responde adecuadamente ante los estímulos, prácticamente no llora o su llanto es muy agudo, no mueve la cabeza, tiene dificultades para alimentarse y/o mantiene las manos permanentemente cerradas o con los dedos en garra.
  • Si a los 3 meses el bebé aún no sonríe ni sigue con la vista a los padres, no sostiene a ratos la cabeza o no es capaz de fijar la mirada en un objeto llamativo. También es motivo de alarma que el bebé se muestre demasiado tranquilo durante todo el día, no reclama la atención de sus padres y se pasa todo el tiempo en la cuna.
  • Si a los 6 meses no usa una de las manos, no se interesa por coger objetos y manipularlos o sus extremidades están demasiado rígidas (hipertonía) o muy laxas (hipotonía). También son signos de alarma que no reaccione ante el sonido y que no pueda mantenerse sentado con apoyo.
  • Si a los 9 meses no ha empezado a hacer sonidos para intentar comunicarse con los demás, no es capaz de mantenerse sentado por sí solo o no se interesa por coger y manipular las cosas. El hecho de que necesite atención y vigilancia continua porque no sabe jugar y entretenerse por su cuenta es otra señal de alarma.
  • Si a los 12 meses el niño no es capaz de sostenerse de pie sujetándose a un mueble, aunque no logre caminar por sí solo, no intenta comunicarse con otras personas, no muestra interés por su entorno y manipula los juguetes de manera repetitiva y torpe, sin dar muestras de que está jugando.
  • Si a los 18 meses no camina ni es capaz de subir unos escalones gateando. También es motivo de alarma que el niño no reconozca el nombre de algunos objetos de uso cotidiano o personas familiares, que no hable, no entienda expresiones sencillas como “vamos a salir” y no intente relacionarse con quienes le rodean, sino que se muestra indiferente y apático.
  • Si a partir de los dos años y medio el niño aún no ha hecho sus primeros trazos en un papel, no ha aprendido a comer solo, no es capaz de correr, no conecta dos palabras para intentar formar una frase y/o tiene dificultades para relacionarse con otros niños o no muestra interés alguno por ellos.

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