Educación

Educar en positivo: cuándo y cómo cambiar nuestro estilo de crianza

Educar en positivo significa acabar con los gritos y los castigos y mejorar la comunicación con el entorno

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Cuándo educar en positivo
Nuria Capdevila

Nuria CapdevilaMaestra y pedagoga

La educación positiva tiene múltiples ventajas frente a otros métodos de crianza, ya que se ha demostrado que este estilo de educación fortalece los vínculos familiares: mejora la comunicación, incrementa el bienestar psicológico y, además, mejora las habilidades sociales y comunicativas de los niños. No solamente permite acabar con los gritos y los castigos, sino que también evita situaciones estresantes que, indiscutiblemente, afectan al desarrollo cognitivo de los niños. Así, dar el paso a la educación positiva beneficiará a todos los miembros de la unidad familiar. Sin embargo, ¿cuándo es el mejor momento para dar este paso?

¿Cuándo empezar a educar en positivo?

Como sucede con todo, cuando vemos algo nuevo que puede mejorar cualquier aspecto de nuestra vida, lo mejor es empezar cuanto antes mejor. Lo mismo sucede con la educación en positivo. No se trata de hacer un cambio radical a las costumbres de la familia, sino empezar a conocer las bases de este estilo de crianza e irlo aplicando a medida que vayan surgiendo las oportunidades.

1. Las rabietas y berrinches

Este es uno de los mejores momentos para empezar a educar en positivo. Para ello, debemos dejar de lado las viejas costumbres de gritar a los niños, de darles órdenes incomprensibles para ellos o, incluso, alejarlos de la unidad familiar. Ninguna de estas actitudes cambiará el comportamiento de los niños, sino todo lo contrario: a cuanto más gritemos, más lo harán ellos o más se cerrarán en banda y no nos escucharán. Así pues, ¿qué es lo que podemos hacer? Comunicarnos con ellos pacientemente, dejarles que se expresen y recordarles las consecuencias de sus actos que, posiblemente, ya tenemos pensadas.

2. Potenciar el esfuerzo de los niños

A todos los padres nos gusta ver cómo nuestros hijos se superan día tras día. Sin embargo, a veces nos centramos más en los resultados que en el esfuerzo que hacen para conseguir lo que se les pide. Este es un error muy frecuente que, lejos de ayudar a nuestros hijos, puede promocionar la competitividad y los sentimientos de frustración. Así, en el momento en que queramos empezar a educar en positivo, deberemos centrarnos en todo el esfuerzo que ponen en todo lo que hacen y premiarles por ello, sin importar el resultado final.

3. Los refuerzos positivos antes que los negativos

Los refuerzos positivos son los que mejor funcionan con los niños, pues no solamente consiguen mantener conductas que se consideran adecuadas, sino que también refuerzan los vínculos afectivos. ¿Quiere decir esto que debemos darle al niño todo lo que nos pida? Absolutamente, no. El refuerzo positivo tiene mejores resultados cuando las recompensas no son materiales. Así, podemos ofrecerle al niño pequeño un achuchón de mamá, una tarde jugando a lo que más le guste, una excursión en familia, etc.

En este aspecto, es importante resaltar que los castigos no ayudan en nada y que debemos ser muy selectivos en las conductas en las que lo vamos a aplicar.

4. Los valores: pilares de la educación en positivo

No hace falta mencionar que los valores se aprenden en casa y que estos deben ser transmitidos correctamente y fomentados. De nada nos servirá hablar a nuestros hijos de la perseverancia si luego no les dejamos acabar lo que empiezan, por ejemplo. Así, debemos seleccionar los valores familiares que queremos transmitirles y fomentar situaciones en las que puedan verlos y practicarlos.

5. Las habilidades blandas son importantes

Las habilidades blandas son aquellas que hacen referencia a aquellas habilidades que se pueden trabajar, como las relaciones sociales, el empeño, la compasión, la amistad, etc. Dominar estas habilidades permitirá a los niños relacionarse con su entorno más eficientemente. Para ello, los papás y mamás debemos dejarles experimentar, probar cosas nuevas y corregirles cuando sea necesario desde el amor y la comprensión.

6. Somos un espejo: la importancia de dar ejemplo

Nuestro papel en la vida de nuestros hijos es único: aprenden de nosotros y se comportarán en función de cómo lo hagamos nosotros. De este modo, no podemos exigirles, por ejemplo, que no griten si nosotros lo hacemos con ellos o con otros miembros de la familia. Educar en positivo significa ser el modelo que queremos ver en los pequeños de la familia.

Cómo educar en positivo

7. Límites sí, pero desde el amor y el respeto

Todas las familias deben tener normas y los niños deben cumplirlas como los demás miembros. Sin embargo, debemos establecer estos límites de una forma respetuosa, teniendo en cuenta el nivel de madurez de los pequeños y asegurándonos de que los entienden y se comprometen con ellos. Para que esto suceda, debemos optar por comunicarnos abiertamente, con tranquilidad y respetar el turno de palabra de nuestros hijos.

8. El cariño no debe faltar

El cariño y los sentimientos de amor son el pilar del apego positivo, necesario para que nuestro hijo pueda desarrollar una buena autoestima y confianza en sí mismo. Por este motivo, debemos fomentar un clima de afecto y situaciones en las que podamos demostrarles lo mucho que los queremos. Así mismo, podemos acompañar las dulces palabras con besos, abrazos y caricias. Nuestros pequeños nunca se cansarán de ellos.

9. Validar las emociones: fomentar la gestión emocional

No cabe duda de que las emociones de los niños son tan importantes como las de los adultos y, por ello, nunca se deben minimizar. Ni restarles importancia. Al contrario, debemos alentar a los niños a expresarse abiertamente y ayudarles a identificar sus propias emociones.

10. Darles espacio, decisiones

Por último, es importante destacar que los niños deben crecer en responsabilidad y, para ello, nada mejor como dejarles tomar ciertas decisiones. Ante ciertas situaciones, podemos ofrecerles un abanico de posibilidades y dejar que escojan la opción que les parezca más aceptable.

Educar en positivo implica validar las emociones de los niños, fomentar una buena comunicación y, sobre todo, construir un apego positivo. Si somos capaces de escuchar a nuestros hijos y empatizar con ellos, lograremos grandes cambios en su comportamiento sin necesidad de recurrir constantemente a los gritos y castigos.

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