¿Qué es la Inteligencia Emocional?
Referencias científicas
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Mucho se ha hablado de la Inteligencia Emocional, y mucho se seguirá hablando puesto que es una de las habilidades básicas para afrontar con éxito la vida. De hecho, se ha apreciado que las personas que tienen más éxito en sus carreras profesionales no son quienes tienen el mayor cociente intelectual sino aquellas que tienen una buena inteligencia emocional. Por eso, no es extraño que a los padres les preocupe cada vez más que sus hijos desarrollen esta capacidad y que incluso hayan surgido talleres extraescolares y campamentos de verano con el único objetivo de potenciar este tipo de inteligencia.
¿Qué es realmente la Inteligencia Emocional?
La inteligencia emocional es la capacidad para identificar y gestionar nuestras emociones y las de los demás. Eso significa que en realidad es una capacidad compleja que está compuesta por diferentes habilidades:
- Autoconciencia. Es la capacidad para reconocer las emociones que experimentamos, para sintonizarnos con nuestros sentimientos y ponerles nombre. Significa saber lo que estamos sintiendo exactamente, no pensar que nos sentimos mal en sentido general sino ser mucho más específicos y discriminar entre emociones como la tristeza, la nostalgia o la frustración. El primer paso para gestionar nuestras emociones es ser capaces de detectarlas y nombrarlas.
- Autorregulación emocional. Es la capacidad para gestionar de manera asertiva nuestras emociones. Significa ir un paso más allá, saber que estamos ansiosos o frustrados y hacer algo para reencontrar nuestro equilibrio psicológico sin dañar a quienes nos rodean. También implica la habilidad para encontrar una salida positiva a las emociones y ver los problemas bajo una luz más positiva.
- Motivación intrínseca. Implica ser capaces de fijarse objetivos y mantenernos motivados a lo largo del camino. Muchas personas se plantean metas, pero pocas son capaces de alcanzarlas porque se desmotivan rápidamente. Esta habilidad implica un compromiso con nosotros mismos, una actitud proactiva y, sobre todo, la capacidad para pensar con optimismo, de manera que creemos un escudo protector contra los obstáculos y reveses.
- Empatía. La inteligencia emocional no implica únicamente la gestión de las emociones propias sino también de las ajenas. Implica ser capaces de ponerse en el lugar del otro, no solo desde el punto de vista intelectual sino emocional. Eso significa que debemos ser capaces de captar y experimentar sus estados emocionales.
- Habilidades sociales. Ser inteligentes emocionalmente también significa conectar con los demás de manera asertiva. Implica ser capaces de solucionar conflictos, catalizar cambios positivos en los grupos, comunicar nuestras necesidades de manera clara e incluso inspirar y guiar a otras personas, siempre desde una perspectiva empática y respetuosa.
La Inteligencia Emocional en los niños
Convertirse en padres es una excelente oportunidad para potenciar la Inteligencia Emocional. Si bien es cierto que algunas personas son más intuitivas, empáticas y sociables que otras, la Inteligencia Emocional es una capacidad que se desarrolla, de manera que si quieres potenciarla en tus hijos, debes comenzar por ti.
Cuando el niño va creciendo y ve que sus padres le ponen nombre a cada emoción, resuelven sus conflictos sin gritar y se muestran empáticos, aprenderán a desarrollar esas mismas habilidades. No olvides que las habilidades emocionales se aprenden en la práctica, mientras los niños se relacionan con sus padres, hermanos y amigos, por lo que cualquier oportunidad es buena para ponerse a prueba.
Libros como “Emocionario” son ideales para comenzar a trabajar este tipo de inteligencia. En los niños pequeños, de 3 a 6 años, puedes sacar provecho de las ilustraciones de las emociones más sencillas como la felicidad, el aburrimiento o la vergüenza.
En otros momentos, cuando el niño experimente una emoción que aún no conoce, puedes leerle la definición del libro. Así le irás enseñando a ponerle nombre a sus sensaciones, lo cual no solo es tranquilizador, sino que también contribuye a normalizar todas las emociones, en vez de ponerles etiquetas negativas o positivas.
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