Familia

Las tribus entre madres existen y han evolucionado

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tribus madres
Mª José Roldán

Mª José RoldánMaestra y Psicopedagoga

Es cierto que existen madres que hacen bullying a otras por el método de crianza que utilizan o por cualquier otro motivo. Madres que hacen sentir mal a otras atacándolas con palabras hirientes. Normalmente cuando esto ocurre, la madre que ataca suele tener un problema emocional de base o no es una persona feliz. Pero no todo está perdido, porque no existen solo madres acosadoras, también existen madres que se apoyan unas a otras, existen las tribus entre madres.

Solo tienes que echar la mirada hacia atrás, y recordar en los tiempo en los que las madres aún no tenían teléfonos inteligentes, iban al parque con sus hijos cada tarde y ellas se juntaban a hablar de cosas, normalmente sobre maternidad o su vida familiar. Hoy, parece que eso ha cambiado y aunque aún hay madres en los parques, el vínculo entre ellas es diferente y si no se conocen de antes, simplemente, no se hablan así por las buenas.

No todo está perdido

Quizá pienses que estas tribus de madres han desaparecido, que ya es imposible encontrar madres que realmente puedan ayudar a otras madres solo por el hecho de entender que son madres que necesitan apoyo, sin más. La realidad es que estas tribus sí que existen, pero igual que ocurre con otros aspectos de la sociedad, ellas también han ido evolucionando.

La sociedad actual hace que las tribus de madres hayan cambiado su forma de interactuar. Actualmente la mujer trabaja fuera de casa y tiene poco tiempo libre, muchas responsabilidades y obligaciones que hacen que el día se quede demasiado corto. Son pocas las madres que se quedan en casa por decisión propia y la mayoría, deben salir para desarrollar su carrera profesional, trabajar por voluntad propia o necesidad.

tribus de madres

Las tribus de madres existen

Hoy las tribus de madres existen, madres que no se conocen físicamente pero que se apoyan y se defienden con uñas y dientes en algunos casos. Las madres se encuentran en las redes sociales y comparten sus experiencias, sus inquietudes, sus miedos, sus vivencias… Son madres que incluso después de interactúar un poco, pueden crear un vínculo de amistad bastante fuerte.

Son madres que no hace falta que vivan puerta con puerta, son madres que hablan diariamente y pueden estar a 1000 kilómetros de distancia, o incluso, en la otra punta del mundo. Pero también existen esas madres desconocidas que pueden ayudar a otras en cualquier momento, cuando coinciden, ya sea en el supermercado o en cualquier otro lugar. Donde una madre necesita ayuda, otra está allí para ayudarla.

Las madres tenemos una conexión especial que no debemos olvidar. Estamos creadas para ayudarnos entre nosotras, para apoyarnos, para darnos aliento y para que en momentos de crisis, otras madres nos echen una mano. Nunca sabemos si lo vamos a poder necesitar.

Para que veas un ejemplo de ello, te dejamos un texto de una madre llamada Beth Bornstein Dunnington, que escribió en su Facebook y que relata lo que ocurrió en un avión:

‘Algo extraordinario ha ocurrido hoy… (estoy escribiendo esto en el avión). Estaba en la puerta, esperando para entrar en mi avión a Portland. (…) Un niño que parecía tener dieciocho meses más o menos, estaba teniendo un colapso total, corriendo entre los asientos, pataleando y gritando, luego tirado en el suelo, negándose a subir al avión (que no iba a Portland). Su joven madre, que estaba claramente embarazada y viajando sola con su hijo, se volvió completamente abrumada… ella no podía ir a buscarlo porque estaba tan enfadado, que siguió huyendo de ella, luego tumbado en el suelo, pateando y gritando, una y otra vez. La madre finalmente se sentó en el suelo y puso la cabeza en sus manos, con su hijo al lado el cual todavía seguía teniendo una crisis, y empezó a llorar. Entonces, ocurrió una cosa muy hermosa (estoy llorando solo escribiendo esto)… las mujeres en la terminal, entre unas seis o siete de nosotras, mujeres que sin conocernos, nos acercamos y rodeamos a ella y al niño, y nos arrodillamos todas. Formamos un círculo alrededor de ellos. Yo cantaba «la araña pequeñita» para el niño… una mujer tenía una naranja que había pelado, una mujer tenía un pequeño juguete en su bolso que dejó para que el niño jugase, otra mujer le dio a la madre una botella de agua. Alguien más ayudó a la madre a sacar la taza del bebé de su bolso y se lo dio. Era tan hermoso, no hubo discusión y nadie conocía a nadie, pero fuimos capaces de calmar a los dos, y ella consiguió subir a su hijo en el avión. Solo las mujeres se acercaron. Después de que pasaron por la puerta de su avión todos fuimos a nuestros asientos separados y no hablamos de ello… éramos extraños, reunidos para resolver algo. Se me ocurrió que un círculo de mujeres, con una misión, puede salvar al mundo. Nunca olvidaré ese momento.’

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