Sé la madre que le hubiera gustado tener a tu niña interior
Referencias científicas
Este artículo tiene referencias científicas citadas más abajo
Habrás escuchado siempre que cuando te conviertes en madre o padre, repites las cosas que tus padres hicieron contigo de niño/a. Parece algo instintivo, que no se puede controlar. Es como que, sin darte cuenta, comienzas a reproducir de manera inconsciente los comportamientos que tu padres tuvieron contigo, ya sean buenos o malos. En realidad, esto no es nada malo, incluso cuando tus padres no te educaron como debían y lo hicieron como mejor sabían en ese momento.
Toda experiencia es una oportunidad para mejorar como personas y corregir esas conductas que tuvieron nuestros padres con nosotros en nuestra infancia, pero que hoy, sabemos que no son las más correctas para una buena crianza en nuestros hijos. Por eso, es importante que reflexiones para ser esa madre que le hubiera gustado a tu niña interior, es decir, a esa niña que hace décadas estaba a merced de unos padres que no siempre tomaban las mejores decisiones.
Pero ser padres es eso, acertar y equivocarse. Nadie nace aprendido y es por este motivo, que merece la pena que tengamos momentos de reflexión cada día para dar a nuestros hijos todo aquello que nuestros padres, tal vez por ignorancia, no supieron darnos.
Aprendiste de tus padres
De tus padres aprendiste grandes cosas, quizá algunas mejores que otras, pero ten por seguro que ellos lo hicieron lo mejor que pudieron en esa época. Gracias a ellos y a tu reflexión actual, podrás ser mejor padre o madre, aprendiendo de todo lo que te enseñaron y aquellas cosas que quizá podrían haber hecho de otro modo. Ahora tienes tú la fuerza necesaria para hacerlo bien, o al menos, para intentarlo.
Fuiste niña y ahora eres madre. Te sorprendes diciendo las mismas frases que te decían a ti tus padres cuando eras pequeña, a pesar de que algunas de ellas se te clavaban en lo profundo del corazón. Pero parece que lo has olvidado, o piensas que quizá sea lo correcto.
Quizá tus padres eran autoritarios, te ponían muchas normas, te prohibían comer dulces, no te dejaban salir, te decían que no tenías que llorar ni hacer mucho ruido… De cualquier forma, ahora es tu momento de ser mejor madre o padre para tus hijos y darles esas oportunidades que a ti, te negaron o te dieron.
Quédate con lo que aporta y olvídate de lo demás
Olvídate de todo aquello que te hirió el corazón o que simplemente, no entraba dentro de lo que tú entiendes ahora como una buena educación y crianza. Seguro que a tus padres les quieres con todo tu corazón, pero ahora que eres adulto, ya no te duele reconocer que no son perfectos. Porque la paternidad y la maternidad se basa en eso; en la imperfección pero en hacerlo lo mejor que se puede o se sabe.
Tus padres siguen queriéndote y cuidándote a su manera, que no tiene que ser la misma que sigas tú con tus hijos. Quédate con lo bueno que sí te dieron: amarte incondicionalmente, regañarte desde el cariño cuando te portabas mal, tener un plato caliente en la mesa al llegar del cole, etc.
Ahora que eres padre o madre entiendes el esfuerzo y la dedicación que conlleva serlo. Ahora eres capaz de comprender lo que se siente por unos hijos, que es lo mismo que tus padres sienten, aún a día de hoy, por ti.
Sé esa madre que quieres ser
Existen muchas cosas que probablemente tus padres hicieron bien y que hoy, puedes repetir con tus hijos. Puedes ser esa madre que tu niña interior anheló algunas veces o que necesitabas sin saberlo. Veamos algunos ejemplos:
- Los dulces son para los días de fiesta. Los frutos secos, la fruta o los lácteos son mejor merienda.
- Permite que tus hijos comentan sus propios errores, así aprenderán de ellos y se convertirán en mejores versiones de sí mismos. Cuando se equivoquen no les digas frases hirientes como: “te lo dije” o “a ver si la próxima vez me haces caso”. Sé comprensivo/a hacia lo que les preocupa o les molesta.
- No pueden faltar las normas y los límites. Son necesarios para que se sientan seguros y se desarrollen correctamente. Eso sí, las normas no deben ser impuestas, sino con sentido, argumentadas y habladas con los hijos. El “porque yo lo digo” o “mientras vivas aquí se hará lo que yo diga” debe quedar erradicado de la educación de tu hogar.
- Los besos, abrazos y caricias son a libre demanda y sin límites. No importa si tienes un bebé, un niño pequeño o un adolescente en casa, el amor incondicional no debe tener límites… no malcría y lo necesitan como el respirar o el comer.
- Pide perdón siempre que sea necesario. Si te equivocas, asume tu culpa y muestra tu responsabilidad ante tus acciones, es el mejor ejemplo de humildad que le podrás dar a tus hijos. Los mayores también cometen errores y cuando ocurre, hay que buscar soluciones y disculparse siempre que sea necesario.
- Ten en cuenta las emociones de tus hijos y pregúntales cómo se sienten cada día, cómo les ha ido en el cole, con quién han jugado… la última pregunta deberá ser si tienen deberes o exámenes. Siempre, de entrada céntrate en una conversación más emocional.
- Pasa tiempo de calidad con tus hijos. Esto no significa estar más o menos rato, sino prestarles la atención que se merecen sin distracciones… y cuánto más rato, mejor. A los hijos les encanta estar con sus padres, no permitas que las responsabilidades diarias les haga echarte demasiado de menos. Estar a tu lado será su máxima felicidad.
Por supuesto, además de tener todo esto en cuenta, recuerda decirle a tus hijos que tienen una abuela maravillosa y un abuelo estupendo. Gracias a ellos, tus hijos están hoy aquí en este mundo y tú eres la persona que eres en la actualidad. Porque de los errores se aprende, y ellos lo hicieron siempre lo mejor que pudieron o supieron… Pero siempre con lo mejor en su corazón: el amor incondicional más grande que pueda existir entre un padre/madre y un hijo/a.
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