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Cuento navideño: Los Reyes Magos de Oriente

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Reyes Magos
Jennifer Delgado

Jennifer DelgadoEducadora, psicóloga y psicopedagoga

Cada seis de enero, niños de todo el mundo se despiertan con la ilusión de descubrir el regalo que los Reyes Magos les han dejado bajo el árbol de Navidad. En España, la tradición comienza un poco antes, desde la tarde del día cinco de enero, cuando los niños comienzan a prepararse para asistir a la Cabalgata de Reyes Magos para darle la bienvenida a Melchor, Gaspar y Baltasar. Luego, van a la cama pero a más de uno les cuesta conciliar el sueño, expectantes de que los reyes pasen por su casa a dejarle su presente. Al día siguiente, saben que les aguarda una sorpresa bajo el árbol de Navidad y que luego, podrán disfrutar de un delicioso roscón de reyes.

Se trata de una tradición cuyo origen se remonta a la religión católica, pero que hoy trasciende sus límites para convertirse en una bonita costumbre familiar que cautiva a niños y padres por igual. Sin embargo, lo cierto es que a pesar de ser una celebración que los pequeños adoran, hay muchos que no conocen la historia de los Reyes Magos. Por tanto, si quieres crear un ambiente aún más mágico en torno la Cabalgata de Reyes Magos, los regalos de estos reyes de Oriente y el roscón nada mejor que narrarles el cuento “Los Reyes Magos de Oriente”. He aquí una versión de esta historia, sencilla pero muy bonita que está adaptada para los más pequeños de casa.

Cuento infantil “Los Reyes Magos de Oriente”

Hace mucho tiempo, vivieron tres reyes muy poderosos y sabios, quienes vivían en el lejano Oriente: uno de ellos en la zona europea, otro en Asia y el tercero, en el continente africano. Les llamaban magos porque tenían muchos conocimientos y además poseían algo en común: su pasión por la astronomía. Tanto era así que iban apuntando en sus cuadernos constantes anotaciones sobre la posición de las estrellas y todos los planetas.

Un día, los tres reyes descubrieron, cada uno por su cuenta, que en el cielo había una estrella diferente, más grande y brillante, que se situaba sobre la pequeña localidad de Belén, en la región de Palestina. Esta estrella se iba haciendo más brillante según pasaban los fríos días de invierno. Corría el mes de diciembre, así que los reyes usaron todos sus conocimientos para averiguar qué quería indicar aquella fantástica estrella.

Recurrieron a fórmulas y consultaron escritos muy antiguos. Y, al final, los tres reyes llegaron a la misma conclusión: la estrella indicaba el nacimiento del hijo de Dios. Así que, sin pensárselo dos veces, recogieron todo lo que necesitaban para emprender rumbo y partir a conocer al niño Jesús y entregarle un regalo.

Así, los Reyes Magos partieron de sus países prácticamente a la vez, a lomo de tres dromedarios. El rey que partía de Asia era de mediana edad y se llamaba Gaspar. El rey que salió de la zona más fría de Europa era un poco más mayor y se llamaba Melchor; y por último, el más joven de los reyes partía de un país del continente africano y se llamaba Baltasar.

Los tres Reyes Magos pensaban que eran los únicos que sabían algo que el resto de personas no conocían: ¡estaba a punto de nacer el hijo de Dios! Por eso, grande fue su sorpresa cuando se encontraron de camino a Belén:

– ¡Vaya! ¡Si no soy el único rey que acude a conocer al niño Jesús! – dijo asombrado Melchor al encontrarse a mitad de camino con los otros reyes.

– ¡Ya somos dos sorprendidos! – comentó Gaspar.

– ¡Digamos que tres! – añadió sonriente Baltasar.

– Bueno, ya que los tres vamos en la misma dirección, podemos ir juntos y así hacemos más animado el camino. Yo me llamo Melchor. Y ya me podéis cuidar, visto que soy el más ‘viejecillo’ de todos- rió Melchor, transmitiendo su buen humor.

– No te creas Melchor, yo también tengo mis años. Aquí el más joven veo que es Baltasar, que además ha traído un regalo fantástico para el niño Jesús– dijo Gaspar.

– Sí- respondió entonces Baltasar- Traigo mirra, un bien escaso y muy valorado en mi tierra.

– Yo le llevo algo de oro, también muy valorado en mi país- dijo entonces Melchor.

– Y yo de mi tierra traigo incienso– dijo Gaspar- Cuesta mucho encontrarlo y tiene un olor delicioso.

Los Tres Reyes Magos de Oriente

Y así fue cómo los tres reyes Magos comenzaron a caminar juntos hacia Belén para conocer al niño Dios. Después de varios días de camino, los Reyes Magos se encontraron a las puertas de Belén. Era un 24 de diciembre por la noche y la estrella que seguían gracias a sus mapas del cielo y a sus instrumentos de medición comenzó a brillar con muchísima intensidad. Todo el mundo podía ver aquella estrella con total claridad.

– ¡Ya ha nacido! ¡Ha nacido el niño Dios! – dijo alegre Melchor.

– Cierto, la estrella lo indica claramente. Aligeremos la marcha para conocerle cuanto antes- añadió Baltasar.

– Y demos a todos la buena noticia- dijo Gaspar al ver que cerca había un grupo de pastores.

Los reyes, al acercarse a los pastores para darles la noticia, descubrieron que ellos también lo sabían y que se dirigían hacia allí. Unos ángeles se les habían aparecido para darles la noticia. Estaba claro: el niño Jesús acababa de nacer. Sus apuntes, sus estudios y sus datos eran correctos.

Los Reyes Magos se dirigieron hacia Belén. No les fue difícil dar con el lugar donde se encontraba el niño Jesús: la estrella indicaba con claridad el camino.

Al ver al pequeño en ese humilde pesebre, arropado por paja y junto a sus padres, un buey y una mula, no pudieron contener la emoción: se arrodillaron ante él y comenzaron a adorarle. Aquel pequeño resplandecía como una estrella, y aún así parecía tan pequeño y humilde. Entonces, los reyes Magos le entregaron sus regalos: oro, incienso y mirra, regalos de reyes para un rey.

Al fin habían podido conocer al hijo de Dios. Y estaban deseando regresar a sus países para dar la noticia a todos.

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