Trastorno bipolar infantil: Cuando el humor cambia constantemente
Para ayudar a un niño bipolar primero hay que conocer este trastorno
Referencias científicas
Este artículo tiene referencias científicas citadas más abajo
Durante muchos años se puso en duda que los niños pudiesen sufrir un trastorno bipolar ya que se pensaba que como su personalidad aún era inmadura, no cumplían con los requisitos diagnósticos pues no podían tener variaciones de humor tan drásticas.
Sin embargo, en los años 90 algunos psiquiatras se dieron cuenta de que los síntomas del trastorno bipolar en los niños no coincidían con los característicos de los adultos, pero eso no significaba que no existiese. A este problema se le denominó entonces “trastorno bipolar de aparición temprana”.
Hoy se estima que el trastorno bipolar afecta aproximadamente al 1% de la población y, si bien en la adultez es común tanto en hombres como en mujeres, en la infancia es más habitual en los varones. Además, se ha podido apreciar que los chicos suelen sufrir más episodios maniacos y las niñas tienden a la depresión.
¿Cuáles son los síntomas principales del trastorno bipolar infantil?
El trastorno bipolar no afecta a todos los niños de la misma forma. La intensidad, frecuencia y duración de los síntomas varían mucho, aunque su base se mantiene inalterable: se trata de un trastorno caracterizado por cambios extremos en el humor, variaciones en la energía para enfrentar las actividades de la vida cotidiana, así como en la conducta y el pensamiento.
Los niños que sufren un trastorno bipolar suelen mostrar:
- Irritabilidad, cualquier cosa puede molestarle o frustrarle
- Actitud irrespetuosa y amenazante
- Explosividad afectiva, caracterizada por un humor cambiante
- Falta de atención
- Ciclos de tristeza y euforia
- Comportamientos autodestructivos y autolesiones
- Accesos de risa y/o ataques de llanto sin motivos aparentes
- Pérdida de sueño
- Autoestima falsamente elevada
- Pensamiento acelerado que puede provocar la fuga de ideas
- Agitación psicomotriz y verborrea
Para realizar un diagnóstico del trastorno bipolar infantil es necesario que se manifiesten al menos tres de estos síntomas y que se intercalen periodos de ánimo normal con etapas de irritabilidad o falta de energía. No obstante, los síntomas van cambiando con el paso de los años. En la infancia los episodios maniacos o depresivos suelen durar poco pero a partir de la adolescencia estos son más comunes y extensos ya que el trastorno se instaura por completo.
Cuando el trastorno bipolar está acompañado por otros problemas, como la ansiedad, el TDAH y el trastorno oposicionista desafiante, su pronóstico es peor. Estos niños también suelen tener dificultades académicas, no porque tengan problemas de inteligencia sino porque durante los periodos de desestabilización les resulta difícil concentrarse.
¿Tiene el trastorno bipolar un componente genético?
Diversas investigaciones han señalado el componente genético del trastorno bipolar. De hecho, los niños cuyos padres padecen este problema, tienen 2,7 veces más probabilidades de desarrollar un trastorno bipolar y 4 veces más riesgo de sufrir algún trastorno afectivo.
No obstante, más allá de su componente hereditario, el trastorno bipolar también está mediado por la educación y el contexto social, factores que pueden determinar y moldear la intensidad y frecuencia de los síntomas de trastorno bipolar infantil. Por ejemplo, se conoce que la exposición a situaciones muy estresantes durante la infancia, el descuido de los padres en la educación del niño y los abusos físicos pueden actuar como factores desencadenantes del trastorno bipolar o acentuarlo.
La familia del niño con trastorno bipolar
Manejar a un niño que sufre un trastorno bipolar no es sencillo. De hecho, a menudo los padres se sienten desconcertados y sin herramientas ya que no saben cómo va a responder su hijo en las diferentes circunstancias. A menudo los padres califican a sus hijos como “impredecibles, malintencionados y desagradables” por lo que la convivencia no es sencilla.
No obstante, para lidiar con este problema, es importante que los padres se armen de paciencia y comprendan que se trata de un trastorno, no de un capricho del niño. Deben mostrarse comprensivos con sus episodios anímicos y escuchar a su hijo, animándole a que exprese sus sentimientos. También deben motivarle para que siga el tratamiento, que normalmente incluye tanto la psicoterapia como el uso de fármacos.
El tratamiento de la bipolaridad infantil
Tratamiento farmacológico
El tratamiento farmacológico es una de las alternativas más comunes a la que recurren los psiquiatras. Esto se debe a que sus resultados se aprecian con bastante rapidez y, si bien no son una solución definitiva, permiten aliviar los síntomas del trastorno bipolar. Por supuesto, cada organismo responde de manera diferente a los medicamentos por lo que a veces es necesario probar diferentes fármacos, hasta encontrar la combinación y la dosis adecuada, un proceso que puede ser frustrante y que genera preocupación en los padres.
Sin embargo, se han comenzado a utilizar nuevos fármacos con resultados prometedores, como por ejemplo: el modafinilo, más conocido como Provigil, el pramipexol comercializado como Mirapex y el riluzol, un tratamiento para la esclerosis lateral amiotrófica que también se usa en el trastorno bipolar. Además, han surgido diferentes estudios científicos que aseguran que el consumo de suplementos de Omega-3 también puede ser eficaz.
Terapia psicológica
La psicoterapia es otra de las alternativas más utilizadas en el tratamiento de la bipolaridad. Se usa para regular la conducta, estimular las relaciones interpersonales positivas y mejorar el estilo de vida de quienes padecen este trastorno. En muchas ocasiones la terapia también incluye a los familiares, con el propósito de que acepten y comprendan que los síntomas de la bipolaridad se deben a una enfermedad y no a un capricho.
Por supuesto, existen diferentes formas de abordar la bipolaridad. Lo más común es recurrir a la psicoterapia clásica, aunque también se suele utilizar la terapia cognitivo-conductual y la psicoeducación. Esta última tiene el objetivo de educar a los niños y adolescentes, así como a sus familiares, brindándoles no solo información sobre el trastorno sino también herramientas cognitivas, conductuales y emocionales para manejar los cambios en el estado de ánimo.
Por lo general, los resultados de la terapia psicológica son muy buenos. De hecho, según un estudio publicado en el año 2008 en la Canadian Journal of Psychiatry, cuando se combina la terapia cognitivo-conductual con la psicoeducación, se logra reducir a la mitad la cantidad de días con síntomas depresivos a lo largo de un año.
Asimismo, se logran muy buenos resultados cuando se combina la psicoterapia con el tratamiento farmacológico. De hecho, los expertos afirman que se trata de la opción más efectiva porque también previene las recaídas.
Tratamientos alternativos
Cada vez son más los especialistas que recurren a los tratamientos alternativos. Se trata de nuevas o antiguas terapias, más o menos científicas, que han demostrado ser bastante eficaces para tratar los síntomas de la bipolaridad. Sin embargo, como en el resto de los tratamientos, todas las personas no responden de la misma manera, por lo que a veces hay que intentar varios métodos hasta encontrar el más adecuado.
Entre los tratamientos alternativos más utilizados se encuentra la terapia electroconvulsiva, en la que se dan pequeñas descargas eléctricas al cerebro, con el fin de corregir los daños ocasionados por el trastorno. No obstante, este tratamiento no se suele recomendar en los niños.
Un estudio realizado en el Hospital McLean, en Massachussets, ha desvelado que existe una ligera mejoría del estado de ánimo después de que las personas se expusieran a una resonancia magnética nuclear. También se ha apreciado que los suplementos a base de hierbas, como la Hierba de San Juan, pueden aliviar los síntomas del trastorno.
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